Autor Tema: Domingo 25 marzo  (Leído 8409 veces)

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Desconectado Alfonso

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Domingo 25 marzo
« : 26 marzo, 2007, 13:08:11 pm »
El domingo por la mañana fui al río Segura en el término municipal de Calasparra, al conocido como Cañón de Almadenes, dónde confluyen los ríos Quipar y Segura, embalsándose antes de entrar bajo la montaña y discurrir varios kilómetros hasta la central eléctrica que aprovecha su caudal. Ya me habréis leído más de una vez sobre este tramo, pero es que cada travesía es diferente y especial.

Bajar del coche y sentir la agradable temperatura primaveral te sube el ánimo, olvidar el pantalón de neopreno es como salir de una tortura, nada como el bañador de pata larga, ancho y fresquito. El agua está tranquila, no hay viento que la rice y paleo contra la casi inapreciable corriente, que aumentará al compás de los kilómetros.

En la primera curva un pollo de cormorán no consigue levantar el vuelo, y se sumerge delante del kayak, emerge un poco más adelante, repite varias veces buceando siempre hacia arriba en la  misma dirección del monstruo que lo persigue, yo espero que tras varias tentativas de fuga comprenda que debe cambiar de dirección, pero no lo hace. Decido apretar y lo dejo atrás.

El tramo por el que destacan las vías de paso de los jabalíes está tranquilo, el agua limpia. Los enormes árboles lucen unas hojitas en verde tierno, brillante, juvenil. Todo emana frescura, los milimétricos mosquitos se confunden con el polen flotante. Un escándalo entre los zarzales de la orilla me hace pensar en un jabalí asustado, me detengo frente al sonido, los ramajes se mueven fuertemente, pero es sólo otro pollo de cormorán confundido y asustado, que aletea hasta el agua, cae torpemente y se sumerge.

Termino el tramo salvaje e inaccesible sin cansarme, baja mucho caudal en comparación con el del pasado invierno, lo que me permite una vez en las orillas cultivadas del río iniciar la subida fuerte, cada centímetro se ha de conseguir a pulmón, voy cruzándome de orilla a orilla buscando la corriente menor, también las corrientes en contra que te regalan un respiro. El sol calienta los galápagos de  la margen derecha, el ruido de la pala los asusta, chapotean dejándose caer. Uno joven de unos dos años ha tenido la mala suerte de quedar boca arriba, patalea desesperado mientras me dirijo hacia él, lo sujeto suavemente con el extremo de la pala y le ayudo a recobrar su postura inicial, las uñas afiladas arañan desesperadamente el aire.

Varias parejas de ánades me acompañan, las hembras siempre levantan el vuelo las primeras, el macho aguanta estoicamente para no demostrar debilidad. Una pareja de martines también juegan al despiste conmigo, están en época de cría e intentan confundirme para alejarme de su nido. En los bancos de fango sumergidos bajo pocos centímetros de agua los barbos de kilo reciben los benéficos rayos solares de la mañana, me acerco lentamente para admirarlos, se marchan sin miedo, con majestad.

Cuando alcanzo la mitad del recorrido descanso sin desembarcar en los grandes escalones que conforman un embarcadero para paseos fluviales autorizados. Recobro el ritmo respiratorio y me relajo, me fumo un cigarrito. Estoy contento por haber llegado aquí con la pala tradicional, ya tenía ganas.

Asomo la proa a la corriente y dejo que ésta me haga virar el kayak, me dejo llevar por la fuerte corriente en un ancho y poco profundo río flanqueado por taludes de enormes rocas que canalizarán las posibles avenidas. Entre estos grandes bloques de piedra surgen huecos, resquicios entre ellas que habilitan las perfectas guaridas de los galápagos. Los puedo contar por decenas, solos, por parejas e incluso grupos de tres y cuatro, asombrosas esculturas naturales que se desploman a mi paso. Me alegra descubrir ejemplares jóvenes, de apenas unos centímetros. Uso la pala sólo para corregir el rumbo hasta recorrer los dos kilómetros que me hacen llegar al Cañón. De repente acaban los cultivos y un cono pétreo de treinta metros a la derecha del río se erige en centinela que anuncia el comienzo del tramo salvaje. A partir de aquí tengo la seguridad de recorrer los cuatro kilómetros en absoluta soledad, flanqueado por paredes verticales, bosque de ribera, murallas de zarzamoras que aíslan de peligro a las gallinetas que crían aquí.

Los rayos de sol en mi cara, el murmullo de las abejas, los trinos, todo es de una perfección absoluta. La velocidad del agua ahora es sumamente lenta, quiero avanzar un poco y comienzo a palear lentamente. Me molesta el sonido del agua al sacar la pala del agua, e intento silenciarlo. Recuerdo las palabras de Xavi: “La pala se desarrolló para la caza, es sumamente silenciosa”. Los que venimos de la pala europea partimos de la comparación y al principio solo le vemos desventajas, porque para nosotros la fuerte propulsión es la máxima expectativa. Los inventores de la pala esquimal habían de aproximarse a sus presas lenta y silenciosamente, sin chapoteos. La pala tradicional, independientemente del ritmo de paleo, no produce sonido al introducirla en el agua, pero sí al sacarla.

Probé el paleo un poco robótico, frenando la salida del agua de la pala. Puedes notar como ella te empuja para salir, su propia flotabilidad le hace buscar la superficie. Has de pararla, sacarla unos milímetros del agua y en una fracción de segundo, toda el agua ha desaparecido. Increíblemente el kayak avanza a una velocidad mucho mayor de la que cabría esperar con este ritmo cadencial, lento: uno para avanzar, dos para sacar.

Después de muchos años recorriendo estos escasos e indómitos parajes dominicales, ayer tuve la sensación de que, por primera vez, estaba realmente integrado en el paisaje. Ni una gota, ni un chapoteo, sólo el estruendo para mis oídos del roce del chaleco con la lycra. Doblando los meandros sorprendí a cantidad de fauna silvestre, escuché a los carpinteros con su martilleo horadando los secos troncos, los pude ver perfeccionando el círculo perfecto de entrada a sus cubiles.

Ahora los galápagos se lanzaban como posesos en busca del refugio profundo del lecho del río, a escasos metros de mi proa. El roce entre ramas delataba a las ardillas, una oropéndola amarilla cruzó como un misil sobre mí.

Nunca hasta ayer había tenido la oportunidad, el tremendo placer, de deslizarme en silencio por un paraíso en absoluta soledad, silencio, calma y armonía. Os confieso que era tanta mi alegría que sentí la necesidad de contarlo, me acordé de todos vosotros los del foro, me hubiera gustado que esa sensación la pudiéramos compartir en ese momento.

Aconsejo a todo el que le guste la observación de la naturaleza desde el kayak que pruebe esta pala y esta técnica, la velocidad es más que suficiente y la quietud, la integración silenciosa que logras con el entorno es mágica.


Una Imagen vale mas que mil palabras

« Última Modificación: 26 marzo, 2007, 17:16:10 pm por Alfonso »

Desconectado blau

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Re: Domingo 25 marzo
« Respuesta #1 : 26 marzo, 2007, 13:28:23 pm »
Joder Alfonso, que se nos va a caer la baba. Yo creo que ya oigo pajaritos.
 Gracias por el relato.
blau

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Re: Domingo 25 marzo
« Respuesta #2 : 26 marzo, 2007, 14:03:29 pm »
Olé Alfonso.....me he olvidado por un momento que estoy en una urbe consumista y petada de gente,y hasta creo que el proximo dia voy a coger la pala esquimal.Bonito relato.
La felicidad esta en el equilibrio.
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Re: Domingo 25 marzo
« Respuesta #3 : 26 marzo, 2007, 16:09:07 pm »
Alfonso tío, ¡Que tengo un kayak nuevo en el garaje sin estrenar! ¡Esto no se hace!
Bonito relato. Como ya han comentado, hace que el lector se traslade y comparta tu experiencia.
Mel: Creo que merece la pena pasarlo a relatos, e incluso al concurso de reportajes.
Enhorabuena
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Nuestro idioma ha tardado 12 siglos en llegar hasta hoy en día...tú tan sólo tardas 20 segundos en escribir un post : no destroces en tan poco tiempo lo que tantos siglos ha costado crear.

Desconectado Anto

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Re: Domingo 25 marzo
« Respuesta #4 : 26 marzo, 2007, 20:05:47 pm »
Pero que bien te lo pasas, caxxon. Ya se que quieres el sitio para ti solo, pero al menos nos dejas con la miel en los labios con tus relatos.
Y además sería a primera hora, con la neblina subiendo sobre el agua...¡ que maravilla de cañón!
Cambia el reloj por la brújula, mas vale saber el camino que ir deprisa

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