Pues el plan B fue irnos al sur de Lanzarote, a resguardo del viento principal por los acantilados volcánicos. El día acompañó adecuadamente bajando la intensidad del viento y haciendo un espléndido sol, permitiéndonos palear batiendo mi récord personal en varias horas, cuando yo hasta ahora no había llegado siguiera a 2 horas. De las agujetas que empezaron al día siguiente mejor no hablar...
Con puntualidad militar o incluso más, apareció en la puerta del hotel antes de la hora convenida. Allí estaba con todo lo necesario y dispuesto a... el pobre no sabía a qué. Le había amenazado con mi poca técnica, mis lesiones, mi primera vez en Atlántico, kayak distinto, alérgico asmático... vamos, que le había acojonado tanto que me ofreció echar agua con un botijo y poner el kayak encima del charco para practicar maniobras básicas sin peligro, no os digo más.
Ya en Playa Blanca metimos los kayaks en el agua con claras instrucciones suyas. Era como si fuera a ser mi bautismo, aunque con 4 sesiones de retraso. Como la primera impresión es la que cuenta, a la quinta paleada y acunado por la ola orillera, me fui contra las rocas
. No quise mi mirarle a la cara. Salimos de puerto y empezamos a palear. Corrección de posturas, que si ángulo de codos, que si gira el cuerpo, que si las muñecas así me dolerán, que si paleaba con exceso de esfuerzo y falta de avance... y para colmo me dice que iba con la pala al revés. Caray, que la mía tiene una formita estupenda para la mano derecha que en la izquierda no lleva!. Me indicó la forma correcta de coger la pala, que si la formita esta va arriba, que si la otra para abajo... Al final lo más fácil era que si yo veía bien las pegatinas, es que iba bien, y si las veía al revés, iba mal. No era tan difícil
Fuimos paleando siguiendo la costa más o menos cerca. A mí me imponía la inmensidad oceánica y su capacidad de lanzarme contra las rocas, pero Lanzakayak sabía que cuanto más cerca de las rocas, menos viento. Sin apenas técnica, tampoco quería ir tan cerca del desastre. Por otro lado, lo de salir con viento era nuevo para mí. "Juan, las muñecas; Juan los codos; Juan, gira el cuerpo; Juan, cuando palees marcha atrás, no pongas la pala al revés..." un show. Me iba a gastar el nombre. Para lo poco que he hecho, cuántos vicios tengo ya, leches!!!!
El paisaje es espectacular. Es una sucesión de calas casi inaccesibles por tierra, con otras a las que llegar en coche o andando desde los hoteles. Playas de arena negra o piedras volcánicas salteadas con otras con playas de arena blanca , según la lengua de lava que llegara o la arena que se acumulara con los vientos cargados de arena del Sahara o que trajeran las mareas. Algunos cabritos con sus motos de agua jugaban entre las boyas regalándonos olas traicioneras. También iban los del churro gigante ese que arrastran a toda velocidad, pero no se acercaron tanto, gracias a Dios.
Llegamos a Playa mujeres buscando una minicala facilita de acceder donde echar un bocado sin que hubiera nadie. Antes nos metimos en una cueva de dos entradas, donde jugar un poco. A este hombre le encanta jugar con la costa más que a un crío y yo, encantado de seguirle. Me da 200 vueltas en técnica, pero en ganas de juerga andamos muy igualados y me atreví a alguna tontería y todo. Debí causarle buena impresión, porque lejos de hacer lo del botijo, me hizo doblar el cabo y dejarme sentir la fuera del viento del que nos protegían los acantilados. De repente Lanzakayak desaparecía delante mío hasta sólo verle el gorro a pesar de ir a unos 5 metros delante mío. Viento, olas, mar de fondo, el agua salpicando. La pala que iba fuera del agua hacía una vela espantosa y provocaba que la del agua se clavara repentinamente. Aquello se movía bastante y yo, desestabilizándome al moverme el viento la pala, no sabía cómo controlarlo. En dos gritos me dijo que paleara más bajo para evitarlo. Dar la vuelta me costó horrores. No lo estaba pasando mal, pero no estaba muy convencido de no acabar volcando. Los panchazos del kayak al bajar la proa y el agua pasando por encima de cubierta me daban a entender que si ya llevaba hora y pico por encima de mi récord de resistencia, mis fuerzas podrían no ser suficientes. Buen momento para volver a la tranquilidad de Playa Papagayo. Mientras Lanzakayak giraba sobre sí mismo en dos palmos de agua, yo dí una gigantesca rotonda hacia mar adentro que me costó recuperar los metros perdidos.
Al final llegué -llegamos- a la dichosa calita solitaria y pudimos descansar un poco y comer otro poco.
Fotos de rigor para inmortalizar el momento y vuelta a puerto, otras 2 horas y pico más. Las últimas calas me las iba saltando en recto. Lanzakayak se arrimaba más a la orilla, pero yo atajaba para hacer menos metros. No sé si estar más expuesto al viento me cansaba más, pero ya tenía ganas de llegar antes de que me tuviera que remolcar y eso no sabía cuándo podría ocurrir. Afortunadamente no ocurrió. Llegamos al puerto e hice uno de esos patéticos desembarcos de novato. Iba todo bien hasta que al bajar me enganché con el leash de pala (ya me voy aprendiendo unos palabros...) y, al no llegar el pie al fondo, acabé cayendo de cara al agua. Menos mal que no cubría ni por la rodilla. Así amenicé la tarde a una familia que nos miraba sentados en la orilla.
La experiencia me encantó. Para mí fue la actividad estrella de 10 días en Lanzarote. El resto de cosas son ya las típicas de la isla: ver Timanfaya, los Jameos, montar en dromedario, etc., pero ir en kayak aquí ha sido un extra que he disfrutado plenamente. Lanzakayak es un tipo estupendo, de trato familiar y que desborda sabiduría y conocimientos del kayak. Unos 47 años en kayak le avalan. Apunté mentalmente unos cuantos trucos que tiene y que pienso adoptar rápidamente. El cursillo de paleo tendré que interiorizarlo poco a poco para quitarme los vicios. La próxima vez con mi kayak espero notar los progresos en las calmas aguas mediterráneas.
Terminamos la jornada atacando a unas birras que, por pequeñas, se dejaron repetir. Tiene anécdotas para amenizar horas y horas de conversación. Ojalá haya oportunidad de juntarnos más veces. Una gozada. He vuelto a casa con unas fotos estupendas, unos cuantos vídeos y muchísimas ganas de salir otra vez con mi kayak. Gracias por todo.