Creo que alrededor de las 14:45 salimos en dirección a la Punta Coitelada y 20 minutos más tarde comenzaron las “acciones” de las que habla Jílar. Un contratiempo nos obligó a navegar hacia las piedras a toda velocidad (a unos más que a otros): Por “arte de magia” y de una hendidura, a Pablo se le inundó el tambucho trasero de su Sedna en medio de la ría. Juan y yo no éramos capaces de achicar el agua porque entraba tanta como sacábamos. A la vista de que la cosa no tenía solución fácil, Juan introdujo 2 flotadores de pala inflables en el tambucho y comentó a Pablo la conveniencia de salir follado hacia la orilla más cercana para intentar una reparación con cinta adhesiva.
Pablo entendió la indirecta, y haciendo gala de su forma física salió escopetado hacia las piedras. Mientras Juan, que no llevaba tantos kilos de agua, se adelantó y acertó a encontrar una zona de difícil pero no imposible desembarco para sacar a tierra los 2 kayaks. Señores, con compañeros como Juan, yo me apunto a lo que sea: reparó y remolcó el kayak de Pablo, para regresar cuanto antes a Redes (distante desde ese lugar a unos 10 Km).
Y aquí empezó a evidenciarse quién era el abuelo de la expedición y quiénes los deportistas en forma física impresionante. Mientras que Juan y Pablo “volaban” sobre el mar unidos por un cabo, Iván dejaba de remar de vez en cuándo para mirar hacia atrás y comprobar qué tal iba yo: gracias compañeiro. Y yo iba como podía, pero iba. Llegó un momento en el que la distancia entre los “averiados” y Jílar y yo era tan grande que casi no distinguíamos a los 2 vivarienses.
Hay que decir que era mi segunda vez en el Five 0 Five y que el viento lateral que se levantó no me animaba mucho a remar vigorosamente, por si los vuelcos, que era lo que nos hacía falta para ponerle la guinda al pastel... Y, vale, también comencé a sentir cierto cansancio y decidí reservarme por si acaso.
A la altura de Ares, ya próximos a nuestro destino en Redes, Pablo y Juan nos esperaron, una vez que comprobaron que apenas entraba agua en el tambucho.
Y ahí fue donde Jílar amarró mi proa con su popa y la de Juan (lo que yo entendí como una indirecta sobre mi velocidad de crucero). Pues fue divertido mientras duró, porque ambos salieron remando a lo bestia y alejándose tanto entre si que consiguieron que mi kayak adelantase a los suyos.
Tras unos minutos remolcado solo por Jílar, le pedí que no me hiciese el feo de hacerme entrar así en el puerto de Redes, petición que aceptó de buen grado…
Y así llegamos sanos y salvos a las 17:45 a nuestro destino.
Fue curioso comprobar que la zona superior de la rampa del puerto estaba completamente ocupada por las terrazas abarrotadas de un bar cercano.
Después de cambiarnos y de merendar parte de lo que había sobrado de la comida, nos reunimos en una de las terrazas, para tomar algo justo antes de separarnos para regresar cada mochuelo a su olivo.
Aprendí y disfruté mucho en esta jornada kayakera. Pero me queda una duda: ¿me cansé más de lo que disfruté o viceversa?
Gracias a los compañeros, fue un placer conoceros a unos y saludar de nuevo a otro. Espero que algún día volvamos a encontrarnos en el mar, si no vais tan deprisa, claro.
Saludos,
Rafa
Nota: La sorpresa es que en uno de los acantilados de esa cala está la Cova dos Mouros, cuya leyenda dice que atraviesa la tierra hasta salir al interior de la Ría de Ferrol. No nos dio por mirar mucho hacia arriba, pero si lo hubiésemos hecho, a lo mejor hubiésemos visto la entrada.
Os dejo estos enlaces por si os interesa leer más:
http://wikimapia.org/1506465/es/Cova-dos-Mouroshttp://romayo.blogspot.com/2006/10/cova-dos-mouros-cervs-ares-historia-e.html