Hola.
Me gustaría dar las gracias desde aquí, a todos los participantes de ésta nueva edición de la Vuelta al Mar Menor, por vuestra participación y por vuestra excepcional forma de ser. He pasado un fin de semana muy entrañable y en compañía de unas bellísimas personas.
Todo comenzó el sábado sobre el mediodía. Tras comer con la familia, me fui a la playa de Lo Pagán. Una vez allí me encontré con un nutrido grupo de palistas, que estaban disfrutando de un café en las instalaciones del Puerto Deportivo de Lo Pagán.
Tras saludarles, me fui a hacer una visita a un familiar cercano y pronto nos encontramos todos en casa.
Poco a poco, iban llegando palistas de diferentes lugares, ( todavía no me puedo creer, que venga a dar la Vuelta al Mar Menor, gente de Teruel, de Valencia, del mismísimo Puerto de Santa María en Cádiz, ¡¡ vaya tela !! ).
Estuvimos un rato en casa, tomando algunas cervezas y comenzando a preparar los kayaks, con todo lo necesario para cuando tuviésemos que madrugar el domingo. Todo debía estar listo, para poder salir a navegar con la mayor prontitud y de ésta manera aprovechar más las horas del día.
Nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo y nos tomamos unas rondas de cañas en un bar-confitería. Aquí, pasamos un buen rato con muchas risas y después nos fuimos a una conocida tienda, para abastecernos de alimentos para la cena.
Tras la compra, volvimos a casa y seguimos tomando unas cervezas, unos preparaban la plancha, otros continuaban preparando lo del día siguiente y yo estaba flipando, de ver la cochera llena de kayaks, cubres, palas, etc … ¡¡ que guay tíos !!.
La cena fue la risa y lo pasamos en grande, luego nos fuimos a dar cuenta de algunas bebidas espirituosas y de dulces típicos que trajeron de tierras lejanas.
Los de Cádiz me llamaron, porque se encontraban ya cerca y tras darles unas sencillas explicaciones, en unos minutos ya los teníamos allí, bajando sus kayaks y todo lo necesario.
Las horas pasaban. Poco a poco el frío y el sueño, nos hicieron despedirnos hasta volvernos a ver sobre las 6:30h del domingo, que fue la hora en la que quedamos y todos a dormir.
Cuando el domingo sonó el despertador, me encontraba durmiendo como los críos pequeños y no podía levantarme, de fondo escuchaba los ronquidos de mi compañero de habitación, je, je y también comencé a escuchar voces. Poco a poco me animé y me levanté.
Todo era un hervidero de idas y venidas, preparando los últimos detalles necesarios, para afrontar la dura prueba que teníamos delante.
Sobre las 7:30h de la mañana, prácticamente ya nos encontrábamos todos listos y unos minutos más tarde, comenzamos a dar las primeras paladas de la cuarta edición de la Vuelta al Mar Menor.
El ritmo era bueno y ya desde el principio comenzaron los grupos. Me fijé que la peña se escoraba un poco alejándose de la orilla y opté, por ponerme el primero y guiar al grupo en las primeras millas, sobre todo para que pudiesen probar bajo sus kayaks, el significado de las palabras “ aguas duras “, je, je.
Villananitos, los Molinos, las Encañizadas y en poco tiempo, estábamos navegando paralelos a los primeros edificios de la Manga del Mar Menor. Delante nuestro, teníamos los 12 kilómetros que tiene de largo la Manga y una vez que habíamos navegado más de la mitad y frente a la Isla del Varón, paramos a tomar el primer bocado, estirar las piernas un poco y a reagruparnos.
Había ganas de meterse en los kayaks, porque fuera hacía bastante frío y se estaba mejor metido en las bañeras. Así es que en pocos minutos, comenzamos a dar paladas en dirección al estrecho paso que hay entre la Isla del Ciervo y la costa.
Una vez pasado éste paso, aprovechamos de nuevo para reagruparnos y poner rumbo al ZM, un conocido bar de copas de la zona y punto de paso obligatorio en cada edición de la Vuelta al Mar Menor.
Volvimos a estirar las piernas, tomamos algún refrigerio, cogimos algunas provisiones y entre risas ( algo que nunca faltó en toda la Vuelta ), pusimos rumbo a la conocida playa de Los Urrutias, el lugar en donde aprovecharíamos para comer y descansar.
En Islas Menores, se unió al grupo Alex y su polizón, su hijo Samu ( un encanto de crío y la risa con el lío que llevaba con los aparejos, la red de pesca, etc … ).
En la llegada a la playa de Los Urrutias, había diferentes síntomas, que iban dando pistas de cómo andaba cada uno y en general, parecía que la cosa no iba bien del todo. Hay quien iba algo justillo y hay quien no podía dar ni una palada más.
Tras comer y descansar, se optó por remolcar e ir turnándonos.
Cuando comencé a das las primeras paladas en Los Urrutias, comprendí que la inercia era cruzar desde allí a la Base Aérea de San Javier ( saltándonos así, la Base de Los Alcázares, los Alcázares, Los Narejos y la parte costera del Aeropuerto de San Javier ). En ese momento le dije unas palabras al Mar Menor:
- de nuevo ganas tú,
- y eso que el día no es malo, pero …
- Mar Menor 2, palistas 2, el año que viene el desempate.
Sigo pensando, que las millas que hicimos desde los Urrutias, hasta pasado la Torre de Control del Aeropuerto, las teníamos que haber cubierto más pegados a la costa. De ésta manera, se navega de una forma más amena, porque las distancias en el mar, todos sabemos que hay que hacerlas, pero cuando navegas por ahí en medio con tanta agua, las millas no pasan y aparentemente la costa tampoco.
Fue en éste tramo, cuando de verdad sacó todo lo que tenía el amigo Jose Bello y nos dio una lección a todos que nos dejó tontos. El tío, se encargó de remolcar durante un montón de millas a una palista y encima se colocó el primero y no había manera de seguirlo, ¡¡ que tío !!.
Con bastante trabajo y ayudados de pequeñas surfeadas, alcanzamos la costa de la Base Aérea de San Javier. El tramo que hay desde aquí, hasta llegar a la Escuela de Alex, fue un agradabla paseo y una vez allí, nos despedimos de Alex y Samuel.
A nosotros, tan sólo nos quedaban un par de kilómetros hasta llegar de nuevo a Lo Pagán. Navegamos por entre los amarres del Real Club Náutico de Santiago de La Ribera, pasamos frente a los embarcaderos de la Ciudad del Aire y llegamos.
Ayudándonos unos a otros, subimos los kayaks, nos cambiamos y tras comentar las mejores jugadas, nos despedimos hasta la siguiente concentración, no sin antes tomarnos la última ronda en un pequeño bar de la costa.
Lo he pasado en grande y me ha encantado pasar el fin de semana con vosotros.
Gracias de veras, por haberme hecho sonreir tanto.
Se os quiere y aquí tenéis un amigo para lo que haga falta.
Un saludo y nos vemos en Tabarca.