Desde que conocí a Xabier y las baidarkas y su terrible historia entraron en mis sueños me he pasado largos ratos contemplándola en la nave donde descansa, y unas horas viéndola navegar. Os aseguro que la foto no le hace honor. Es un barco impresionante, estilizado, poderoso, inquietante, distinto a todo lo que solemos llamar kayak. Cuesta comprender por qué y cómo una cultura "primitiva" llegó a ese diseño. Un museo sería un buen destino para que mucha gente la disfrutara. Felicidades a quien la use y la proteja de ahora en adelante. Y lástima que la vendas, Xabier.