Oda a una piragua vieja:
Al kayak viejo
cubierto de zarzas
y en su mitad partido
con las aguas del mar
y la fibra de vidrio
algunos brotes verdes le han salido.
Del río en el ángulo oscuro
de su dueño tal vez olvidado
silencioso y cubierto de zarzas
veíase el kayak.
En el embalse donde hicimos nuestros primeros pinitos en esto del remo, había un k2 medio tapado de maleza que cogimos alguna vez por la cara para probar. Al limpiar la maleza para acceder mejor descubrimos un k1. Pero hacía agua, tenía el timón roto, no tenía asiento y era muy inestable. Volvió al olvido. Pero con el tiempo empezamos a fantasear con robarlo y llevarlo a Gijón para practicar equilibrio. Dos meses despues se dió la oportunidad y , ni cortos ni perezosos, cambiamos la ubicación de la piragua. Los primeros intentos fueron frustrantes: un kayak de pista de 48cm y 4m parecía imposible de usar. Volvió al olvido. A principios de este verano, con más experiencia, volvimos a sacarlo a la luz, con la idea futura del surfski. Ya no resultó tan terrible. Animado le hice reformas. Básicamente ponerle tambuchos para que no se hundiera con las continuas caídas. A partir de ahí todo fue progresar hasta lograr hacer cosas que nunca hubiera imaginado. Me complace pensar en la nueva y diferente vida que tiene ahora esa piragua y en los impagables servicios que nos está prestando. Vida que se prolongará mientras no tenga el dichoso surfski.
Otro día, otra crónica.
