Desde hace algunos años y “por culpa” de los amigos de SK Kayak sufrí envenenamiento tradicional de kayak groenlandés.
Desde entonces hasta ahora, con mayor y menor fortuna, he construido siete kayaks con armazón de madera y cubierta de nylon balístico acabado con poliuretano.
El volver a las raíces del kayak, la fabricación artesanal del mismo, el ajuste del kayak a tus propias medidas ( con desigual éxito), la resistencia de estos barcos, la ligereza o peso contenido de los mismos, la sensación del agua fluyendo al contacto con las pantorrillas pegadas al interior del “casco”, la facilidad en el esquimotaje y razones puramente románticas son las que me llevaron por este camino, dejando de lado el kayak moderno excepto para las travesías con pernocta, cuando los compartimentos estancos son imprescindibles.
En cada kayak tradicional he buscado algo: en el primero que saliese, simplemente.
El segundo muy buscado, una línea de flotación a ras de agua y estable.
El tercero, un groenlandés doble, porque sí. (Incompatible con viento moderado a fuerte).
El cuarto infantil, para una hija (se montó una vez)
El quinto estrecho, 48 centímetros, para correr.
El sexto tradicional estable con bañera grande y abananado, para derrapar en el agua y válido para mi otra hija (se montó una vez).
El séptimo lo contrario, enquillado y largo, con la proa estrechada al máximo, para correr y no caerme.
Así elegía según el día y trayecto lo que más me podía resultar, lamentablemente casi siempre en el río por razones de proximidad y pocas ganas de hacer kilómetros en coche.
Este verano me llevé 15 días a Cabo de Palos mi Big-Boy y una pala Bracsa thypoon 60 , ambos de carbono, aunque el kayak ya llegará a los 25 kilos, y el porteo hasta el agua me hacía decantarme siempre por un tradicional.
Pero este verano he disfrutado de nuevo por la comodidad del kayak tras dos horas de paleo, la seguridad de los compartimentos estancos, la estabilidad a prueba de bombas, la velocidad del casco. Y en cuanto a la pala, recortado el mástil al máximo, la sensación de agarre instantáneo y la potencia de palada, aun cuando el ritmo de paleo ha sido de travesía, lento, saliendo 7 km/h sin esfuerzo alguno.
Así que yo, precursor y apóstol casi solitario de la pala y kayak tradicional en Murcia tengo que confesar cual kayakólico que si, que para disfrutar cualquier barco vale, para mí es tan válida una cuchara de carbono como un palo lijado, un barco de carbono puntero a uno atado en tu casa. ¡Lo importante es palear¡