Se acercan las fiestas navideñas y todos cruzaremos deseos de felicidad, haremos y recibiremos regalos y cometeremos algunos excesos en la mesa. A mí la verdad es que estas fiestas me producen sentimientos encontrados, por un lado está bien tener más tiempo para estar con la familia y con los amigos, pero por otro veo que en los países occidentales se han convertido en la gran fiesta del consumo. Este año serán unas fiestas difíciles para muchas familias, que se encontrarán sin recursos para celebrarlas como es tradición, pero en otras partes del mundo se sigue muriendo literalmente de hambre y necesidad, y ahora más por el drástico recorte en las ayudas procedentes de los organismos internacionales. Veo el mundo como un enorme crucero donde los pasajeros de primera clase viven en una casi permanente fiesta, mientras los de segunda y sobre todo los de tercera viven en condiciones infrahumanas. Algunos pasajeros de primera clase se asoman a las cubiertas inferiores para saber cómo viven los que allí van, pero la mayoría o no saben que existen o si lo saben no sienten ningún interés por ellos. Como ha dicho Jean Ziegler, dejar morir de hambre a un niño es un asesinato, y por desgracia los datos dicen que hay uno de esos asesinatos cada cinco segundos. Y lo que es más grave, la comunidad internacional sabe bien lo que está pasando y no solo no hace nada o casi nada por buscar soluciones al problema, sino que buena parte de los países ricos son claramente culpables al poner sus intereses comerciales y económicos por encima de las vidas de las personas, dando lugar así al empobrecimiento cada vez mayor de los países del tercer mundo. Y lo que es aun más sangrante, muchos de estos países, como Nigeria o Congo, son extraordinariamente ricos en recursos naturales, pero el beneficio que de ellos se obtiene no llega a sus legítimos dueños, sus habitantes, por la corrupción de sus gobernantes con la connivencia en muchos casos de los países desarrollados.
La verdad es que si miramos la situación del mundo en su conjunto el panorama no es muy halagúeño y más que celebrar fiestas parece necesario trabajar para cambiar las cosas. El mismo Jean Ziegler, buen conocedor de todo esto por haber sido durante muchos años alto comisionado de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, opina que sólo la opinión pública de los países desarrollados puede forzar un cambio en las políticas de éstos para sacar de la miseria a tantos millones de personas. Os pongo un enlace a un vídeo en el que se habla sobre estas cosas:
http://video.google.com/videoplay?docid=6534983073957789683#
