Efectivamente, como se demuestra aquí, y en el otro hilo que se cita, las palas groenlandesas se pueden romper. Las "euros" también.
La lección más interesante que se puede aprender es cómo han roto. En este caso es interesante ver que han roto justo donde el "refuerzo" de carbono. No me acaba de parecer una buena idea. La transición entre un material flexible como la madera y uno tan rígido como el carbono crea unos puntos "duros" donde se acumulan las tensiones. Si la pala hubiera sido todo madera y bien dimensionada a lo mejor hubiera resistido repartiendo los esfuerzos.
Paco en el otro hilo mencionaba el hecho de colgarse de una pala para comprobar su resistencia. Yo lo he hecho, con el corazón encogido porque la pala me gustaba mucho, pero lo hice. Se dobló hasta dolerme el alma, pero aguantó. Era (y es) de cedro canadiense, de 222 cm, y pesa 700 gr.
Creo que parte del éxito está en entender la pala, en cierta manera, como un arco (de éstos sí he roto un montón y no he conseguido uno que me guste, pero algo he aprendido de roturas). No es tanto una cuestión de dimensiones como de escoger con mimo los materiales y quitarle toda la madera que le sobra (al buen criterio de cada cual), sin dejar puntos débiles y entendiendo la pala como un todo. En este sentido, el mástil es algo más que la separación entre dos hojas. Uno redondo y de carbono no me parece una gran idea en este tipo de palas.