Según me cuentan, el atropellado ya está en casa, reponiendose, aunque con más miedo que siete viejas, sólo de pensar en el kayak. Bueno, el miedo se lo dan los demás, porque el creo que no recuerda nada del accidente. Mejor así.
Ahora vienen las reflexiones. Creo que llegamos a estas situaciones por falta de controles rigurosos, y gracias al afán recaudatorio de las administraciones.
Si fuéramos más serios, no darían licencia para matar (psicotécnico de "pagotilla") , por 30 o 40 €, a todo el que se cree capaz de manejar sin peligro propio y ajeno, coches, motos, lanchas, motos de agua, veleros, armas de fuego, arcos, etc, y lo que es peor, ponerlos en manos de nenes, jóvenes hasta arriba de, o abuelos con reflejos inexistentes.
Hace varios años hubo un "lamentable accidente" en el mar menor en el que volcó una lancha por la noche. Los ahogados tenían más alcohol que agua en sus cuerpos.
Aprovechando el drama, se alzaron muchas voces exigiendo mas control y vigilancia, pero claro al final no hay nada de nada, porque no podemos espantar al "turismo de calidad" que conforma la primera industria nacional.