Saludos a todos.
Este mensaje es el más raro que he escrito nunca en el foro, también puede que sea el más largo (puede que varios post), y desde luego será el único que escrito “en serio”. Los que me conoceis sabeis que no soy amigo de dramatismos, si no más bien de no tomarse las cosas demasiado a la tremenda y de buscar siempre el lado positivo de todo.
Os prometo que intentaré que así sea. Aunque me gustaría que nadie olvidara en ningún momento, que aunque quiero evitar dar un relato macabro del asunto, han muerto varios paisanos míos. Y no sé sus nombres todavía. Espero que no sean conocidos. Perdonad el tono del mensaje, quizás casi cómico en algún punto, pero estas cosas suceden así: en medio de la desgracia, surgen pequeñas ironías que te hacen sonreir.
No encuentro la forma de contaros exactamente lo que ha pasado en mi pueblo en el dia de ayer (escribo este mensaje en mi ordenador a dia 12 de mayo. No se cuando conseguiré conectarme a internet para subirlo al foro. Perdón por el desfase) con pocas palabras. Me falta capacidad literaria para describirlo, así que supongo que tendre que extenderme un poco y recapacitar sobre lo ocurrido hora a hora. No es una crónica del desastre, si no una visión particular de lo que me pasó a mí. Puede encajar o no en lo que habeis sabido por otras fuentes, pero esta es mi historia.
El dia 11 de mayo había quedado con unos amigos para escalar. Después de comer metimos las mochilas en el coche y fuimos hasta un sector de escalada situado a unos kilómetros de lorca. Serían sobre las cinco de la tarde cuando estábamos encordados en una pared, y un fuerte ruido, similar a una explosión, retumbó en todo el valle. La pared de piedra en la que me apoyaba vibró ligeramente, y miré al cielo, en busca de nubarrones: “no puedo creer que este tronando… ¿va a llover?”
Mi compañero se encontraba a varios metros por encima de mi, y me miró para decirme que la pared se había movido un poco. Al instante, toda la roca pego una pequeña sacudida. Es difícil de describir, pero digamos que osciló toda la roca de un lado a otro, quedándose quieta después.
“no es coña. Se acaba de mover al menos un palmo”. Yo sabia que tenia razón, pero no quise ponerlo nervioso. “dejate de chorradas y chapa de una vez, que bajamos…” tan pronto se aseguro a la pared, le pedi que bajara y una vez recogimos la cuerda y demás, pusimos rumbo al coche para volver a Lorca.
Ninguno de los tres pensábamos que habíamos vivido un terremoto, y achacamos la oscilación de la montaña a algún fenómeno geológico tipo erosion de la roca o yo que sé…
En el coche, y en cuanto entramos en la autovía, los móviles comenzaron a sonar: nuestras familias llamaban desde el pueblo, hablando de un seísmo que había sacudido toda la casa, derribando muebles y adornos. Perplejos, pisamos a fondo para llegar cuanto antes (lo siento por lo de los 110km/h). ya por el camino nos encontramos algunas casas con fisuras en las fachadas al lado de la carretera.
Nos despedimos y me encamine a mi casa. Había algunos cristales rotos y carteles de comercios caidos. Subi hasta mi casa, y mi madre estaba con una crisis de ansiedad, totalmente afectada por el seísmo que había tirado fotos y cuadros al suelo, aunque sin muchos desperfectos. Mi abuela (85 años) también estaba bastante asustada. Mi padre mantenía la calma y tras mi llegada, me dijo que se dirigía a casa de mi abuelo (su padre) para ver como estaba.
Yo me hice cargo de mi casa, recogiendo cristales y demás cosas por aquí y por allá. Lorca es un pueblo propenso a los terremotos, y cada par de años sentimos una sacudida mas o menos fuerte, que suele llevar aparejada caída de objetos y pequeños desperfectos. A los Lorquinos hace años que eso no nos quita el sueño, si bien este se había notado con bastante fuerza, dentro de su moderación.
Senté a mi madre y mi abuela en la terraza, para que les diera el aire y se calmaran un poco. Estábamos hablando tranquilamente cuando de golpe, sin aviso ninguno, vino el segundo terremoto. Serían las 19:00 mas o menos.
Si nadie ha vivido un terremoto, es difícil de entender, y más aún de explicarlo. Digamos que coges una caja de carton (la casa) y metes dentro piedras (los muebles), y entonces comienzas a agitarla de izquierda a derecha.
La silla en la que estaba sentado cayo al suelo y comenzó a deslizarse de un lado a otro. Las puertas se abrían y cerraban a portazos. La mesa del salón salió estrellada contra el sofá, la tele aterrizó en medio de la habitación. Todos los cuadros, espejos y lámparas cayeron al suelo, el frigorífico cruzó la cocina. Según oí mas tarde, duró sobre siete segundos. A mi me parecieron por lo menos veinte. Moved la caja con las piedras siete segundos e imagidad que sois una de ellas. Veréis que siete segundos son muy largos…
No entiendo nada de geología ni de comportamiento de placas ni nada similar. Pero si que se que era la sacudida mas gorda que había vivido, en un pueblo acostumbrado a los movimientos de este tipo. Y en quinto piso, la cosa se notó muchísimo.
Tan pronto paró, giré la cabeza y pude ver que el edificio que hay justo al otro lado de la calle perdia toda la maposteria de la fachada, cayendo al suelo con mucho estruendo. Un edificio publico ubicado a un par de centenares de metros de mi casa se derrumbaba parcialmente, dejando una tubería al aire que soltaba agua, o gás o yo que sé.
Por mi cabeza soló cruzó una idea: “el edificio se cae. Hay que salir de aquí”. Tanto mi madre como mi abuela se habían quedado petrificadas, así que las cogí del brazo y traté de llevármelas hasta la puerta. Todos los muebles estaban por en medio, así que tenía que levantarlos y apartarlos para que pudieran avanzar. Resultó muy difícil llegar hasta la puerta, y hoy no paro de pensar que si no hubiera estado yo, ninguna de las dos podría haber levantado los obstáculos que bloqueaban las puertas. Justo antes de salir al descansillo, vi la mochila que había dejado al entrar. Era la que había llevado a escalar. La cogí, así como el móvil de mi madre que estaba en el suelo, muy cerca. Salimos a la escalera y comenzamos a bajar. Las paredes se iban rajando en todas direcciones, el techo no paraba de soltar escayola y las losas crujían, partiéndose por aquí y allá.
Con la mano en el corazón, fue el peor momento de todos: creía que el edificio entero se derrumbaría, y que no nos daría tiempo a salir. Yo me encontraba en perfectas condiciones de volar hasta la planta baja y ganar la calle, pero, ¿Cómo dejarlas?
A paso de señora de 85 años, fuimos bajando piso a piso. Las paredes crujían y el techo se desconchaba poco a poco. Mi madre seguía muda, como en shock, y me costó llevarlas hasta la calle. Cuando estaba saliendo, una vecina subia a toda velocidad, gritando que había muertos en la calle.
Cuando llegamos fuera, el espectáculo era dantesco: nada estaba donde debía estar.
Los coches estaban sepultados en escombros, y la gente corría cubierta de polvo y con pequeñas heridas. Toda mi calle era una escombrera donde no se podía circular, y por encima del griterío general, una nube de polvo subió convirtiendo aquello en Arabia.
Enfrente de mi casa hay un jardín, y pensé que refugiarse allí era lo mejor puesto que estaríamos a salvo de caída de escombros. La gente se apelotonaba en dicho jardín, y desde allí pude ver que había tres personas parcialmente sepultadas por la caída de una fachada. Una de ellas estaba mas o menos bien, consciente. Las otras dos tenían peor aspecto. No me atrevo a decir que estuvieran muertas, pero si muy graves e inconscientes. Habia mucha gente alrededor y una ambulancia cercana puso rumbo allí, así que resolvi no entrometerme. Ni soy medico ni podría hacer nada que no hicieran los de la ambulancia.
Desde el jardín trate de contactar con mi padre. Los móviles estaban fuera de cobertura, con las líneas saturadas por las llamadas. Entonces pasó un coche de la poli con un altavoz, gritando que debíamos salir del jardín, por riesgo de derrumbe de los edificios que lo rodeaban.
De nuevo la carrera.
Nos desplazamos a velocidad Señora 85 a través de las calles. A nuestro alrededor todo eran ladrillos rotos, coches aplastados, gente herida, gritos y confusión. Llegamos hasta un “Skate-Park” que hay cercano al rio. Las rampas del “Skate-Park” (en mi pueblos llamado “ande los patines”) se habían rajado, y el puente que saltaba el rio tenia el suelo de chapa doblado.
“Si ha reventado el pantano, aparecemos en Águilas”. Fue lo que pensé cuando vi a la gente corriendo por el lecho vacío del rio, en busca de alejarse de edificios. No dije nada en voz alta, para no asustar mas a mi madre y a la suya. Entonces fue cuando tuvimos un rato de calma. Pasamos como una hora “ande los patines”, y a lo lejos se oían explosiones de gas, sirenas y gritos de forma constante. Tenia ganas de salir corriendo, alejarme de la ciudad y subir a una colina para ver los toros desde la barrera, pero sabía que no podía hacerlo con dos generaciones de señoras asustadas junto a mí. Comenzó a atardecer, y le di una sudadera que llevaba en la mochila a mi madre, que tenia frio. También saque una manta térmica para abrigar a mi abuela, que estaba de manga corta. Conseguimos, tras mil intentos, llamar a mi padre. Había tenido que mover a su señor padre (invalido) hasta otro parque donde estaban agrupando a la gente. De nuevo pasaron altavoces en un coche de policía, informando de que se estaba evacuando la ciudad. Que quien pudiera salir de Lorca, lo hiciera YA.
“las llamadas no funcionan, pero los sms sí”. Lo dijo alguien a mi alrededor, y todos sacamos nuestros móviles para escribir mensajes. Envie uno a un familiar de Murcia para que viniera buscarnos con el coche, intentando que no pareciera demasiado dramático.
Quedamos en las afueras de la ciudad, ya que las calles estaban intransitables. Cruzamos toda la ciudad entre escombros, otra vez, a paso Señora 85 (insisto mucho en esto, pero si alguien ha tenido que ir andando despaaaaaaacio cuando tenía mucha, pero que mucha prisa, me entenderá). Vimos otra persona tapada con una manta totalmente, esperando el traslado del cuerpo. En el parking de un supermercado estaban improvisando un hospital de campaña, y los heridos hacían cola. Comenzaban a llegar refugiados (triste adjetivo para mis conciudadanos) y camiones de protección civil y cruz roja repatian botellas de agua.
Hasta ese momento, las colas de gente sucia y desharrapada haciendo cola en la calle para conseguir un litro de agua eran imágenes de telediarios en países lejanos. Hay que joderse.
Atravesamos todo eso y más que no sabría describir. Los coches circulaban en caravana tratando de salir de la ciudad, llenos de tierra muchos, cubiertos de ladrillos y tejas algunos. Todos los bajos comerciales estaban destrozados. Las torres de las iglesias caídos. Todos los cristales rotos.
La gente circulaba en fila india por en medio de la calle, tratando de evitar las fachadas por si caian cascotes. Las ambulancias y todoterrenos de emergencias, así como los camiones de bomberos eran los únicos que querían entrar cuando todos queríamos salir. Venían serigrafiados de Águilas, Alhama, Totana, Murcia, Cartagena, Mazarron… toda la región se volcaba con nosotros. Me encontré con un amigo que me dijo que su casa se había derrumbado por dentro, y no tenía más paredes que las que se veian por fuera. Suerte que no había nadie dentro. También me dijo que la guardia civil había montado un dispositivo tremendo para evacuar gente y que le habían dicho que la Unidad Militar de Emergencias enviaba 300 personas, que llegarían esa misma noche.
Era muy tarde cuando conseguimos salir del pueblo. El coche salvador llego muy tarde por atascos en la autovía. Facturé a mi madre y superabuela 85 en el vehículo, y crucé de nuevo la ciudad en dirección contraria, para ayudar a mi padre con mi otro abuelo. Cuando llegué (atravesé otros dos campamentos de refugiados, donde la gente hacia cola para una manta y un bocata frio) al parque, me enteré de que acababan de llevárselo con mi tio en dirección a una casa de campo, alejada del centro y de la “zona cero”. Entonces mi padre y yo fuimos a sacar el coche del garaje y salimos de la ciudad, esquivando escombros y periodistas que se daban empujones para emitir el telediario en los sitios donde hubiera mejor ángulo.
Condujimos hasta Murcia, donde pasamos la noche acogidos por familiares. Hoy por la mañana (12 de mayo) hemos vuelto a Lorca. La cosa esta más tranquila en lo que ánimos se refiere, pero está todo lleno de escombros y la mayoría de edificios desalojados. Aún pesa una alarma de evacuación general de la población, si bien los polis y guardias civiles suelen dejarte entrar en las casas si no tardas mucho en salir. Son comprensivos y educados y la gente les paga con la misma moneda. En toda esta hecatombe, no he visto a ningún vecino discutir a alguien de uniforme, ni entre ellos por un sitio privilegiado. Me enorgullece decir que mis conciudadanos se ceden los asientos para las mujeres, ancianos y heridos, comparten botellas de agua y bocatas con el de al lado. Es la primera vez que veo en mismo corro compartir charla y bebida a un albañil, un jubilado, dos amas de casa, un dentista, un ecuatoriano y una pareja africana con una niña en brazos.
Mi calle estaba precintada, pero nos hemos colado para subir a casa. El edificio esta lleno de grietas por toda la escalera, pero no sé si son de gravedad o solo el enlucido.
Mi casa está en un quinto piso, y no tiene un puto mueble en su sitio. El demonio de Tasmania puesto de coca no habría dejado más libros y cristales tirados por el suelo. A pesar de eso, las paredes no anuncian rotura ninguna. Recogimos algo de ropa, medicinas, algo de aseo y recuperé mi teléfono móvil, que había ido a parar debajo de una leja rota. También cogí el portátil, que había aterrizado sobre una bolsa con papeles, salvándose del destrozo. Curiosamente, la mesa donde tengo los apuntes de mi oposición no se había movido, los folios estaban perfectamente ordenados.
“pa una cosa que me gustaría perder de vista, me cago en los demonios de colores…”
Salimos rápidamente de allí y fuimos hasta Águilas, donde nos quedaremos hasta que sepamos si nuestra vivienda es habitable. Para ello un arquitecto debe hacer una valoración. A simple vista, diría que la estructura no se ha dañado, y todas las grietas son escandalosas pero superficiales. A ver si los que saben me dan la razón.
Decenas de miles de lorquinos se han desplazado a pueblos vecinos, particularmente Águilas y Puerto Lumbreras, donde muchos tienen segunda residencia de Playa o Campo, respectivamente. También hay gente acogida por familiares en Totana y Murcia Capital, o por amigos en Mazarrón y Cartagena. Somos un pueblo sin tierra. Algo así como los palestinos de la huerta murciana.
Para colmo, no paramos de encontrarnos unos con otros en los lugares de huida, y tras el saludo, las preguntas que intercambiamos son las siguientes, por este orden:
1º ¿Estáis bien? “Si, la familia y todos bien. Vaya susto”
2º ¿Dónde te pilló? “ En casa/trabajo/violando animales de granja”
3º ¿De qué color es tu casa? “verde/amarillo/rojo”.
Esta ultima pregunta hace referencia al spray que los arquitectos pegan en la puerta, indicando si es habitable o no. Varios familiares míos ya saben que en su casa no podrán poner un pie en las próximas semanas.
En fin. No sé como estarán las cosas en el momento de colgar esto en el foro. Espero para ello que sea aproximadamente la mañana del dia 13 de mayo, donde voy a Lorca a visitar unos amigos que lo han perdido T-O-D-O y están viviendo en un campamento de refugiados y comiendo de lo que les da el ejército.
También me gustaría subir a casa si me deja la poli y comenzar a ordenar un poco, así como coger un poco mas de ropa (para mi familia. Yo puedo sobrevivir cuatro semanas con un solo calzoncillo. Comprobado). Intentaré sacar algunas fotos para enseñároslas. No esperéis nada espectacular, lo más gordo lo han recogido ya. Tampoco escenas desgarradoras. Esas no quiero recordarlas.
Lo que he podido ver por la tele hoy (dia 12) no representa para nada lo que yo viví. A pesar de haber volcado el país sobre nosotros, me sigue pareciendo poco llamativo para la sensación de tratar de abandonar una ciudad (MÍ ciudad) mientras las fachadas dejaban caer piedras y los heridos corrían de un lado a otro. Creedme: ha sido muy gordo, más de lo que la tele muestra, porque lo peor pasó antes de que estuvieran ellos, y en otra zona diferente.
Solo espero que la panda de politicastros chupa-cámaras que se pegan codazos por decir que hay que apoyar a Lorca mantenga mínimamente su palabra, ya que miles de personas, entre las que me incluyo, no tenemos trabajo por haberse derrumbado parcialmente nuestro centro laboral.
Antes de cerrar este mensaje (eteeeeeeerno, lo sé, y lo siento) quisiera deciros que estoy muy agradecido a todos los que habéis mostrado apoyo o me habeis intentado llamar. Se que había gente muy preocupada por mi, que se han ofrecido a ayudarme. Conseguí conectarme un minuto en Murcia para tratar de contactar por mail con una persona muy especial para mi que estaba desaparecida, y contesté rápido y mal a Toni, que me había mandado un mensaje. También me enteré después de que Dona, Amadeo, Julia, Josué… y mucha gente más había intentado hablar conmigo, pero me resulto imposible. Aun hoy no he podido contestar todas las llamadas. Perdonarme, pero la linea aún falla por aquí y aprovecho cualquier rayita de cobertura para hablar con amigos y familiares que cuentan historias parecidas a la mía.
Historias, quien pijo me lo iba a decir, de Damnificados. Damnificados como yo.
