Como regalo de bienvenido, pude pasar el Cabo, después del viaje forzado a Alemania, la resaca de 22 horas de volante, atascos y (evitando) peajes. ¡Mi tierrina!
Buen rodeo, la compañía inmejorable, condiciones dignas. Resumiendo: con las previsiones cumplidas (de relativamente buenas condiciones), en el Cabo la cosa se relativa. Corrientes fuertes, los bajos influyentes, el conjunto de oleajes de fondo y de viento, la falta de escapes... Estaba sorprendido con lo fiero que se puso. Mi país, como lo quiero.
Que en la vuelta me atrapó un bajo, forzó a esquimotaje fallido y provocó el paso de simulación a la realidad, me enseño de nuevo de la imprevisibilidad del Cantábrico. ¡Qúe las próximas veces no pensaré que la piedra es profunda bajo el agua, pero que esta cerca, cuando el agua esta turbia y oscura! Cómo me tiró ...
De vuelta, mucho queda a descubrir.