Pamplonico: Tras hacer cumbre en el Aconcagua decidí no continuar subiendo por la escalera por varias razones. La primera es que me parecía absurdo pagar varios millones de las antiguas pesetas por subir a un ochomil. La segunda es que me gusta la vida. La tercera, que tengo una familia. La cuarta, que no disfruto cuando tengo miedo y me veo en peligro. La quinta...
Tomada esa decisión, seguía teniendo NECESIDAD de canalizar un gran torrente de energía. Y empecé a caminar, y andar en bici, y en triciclo, y en patinete, y en... kayak.
Pero no me cansaba nunca, y el cuerpo me pedía más y más.
¿Por qué nos ocurre ésto a algunas personas? Corresponde la respuesta a la comunidad científica.
No hace mucho, metí agua, comida y equipo dentro del kayak para realizar 1.000 km en absoluta autonomía en un circuito fluvial. Me moría de ganas por averiguar si ello era posible, si perdería peso, si me llegaría la ración diaria de 600 gramos de materia seca, si mi media sería superior a los 60 (fue de 85 km), si tendría que palear más de 12 horas diarias, si sería capaz de arrastrar los 90 kilos iniciales, si la relación calorías, proteínas, grasas sería la adecuada...
Quería averiguar todo eso independientemente de que los medios no le hicieron caso al proyecto y los profesionales de la competición me trataron de impostor porque dijeron que lo que había hecho era imposible con un kayak cargado y tan barrigón.
La aventura duró algo más de 11 días. Solo perdí un kilo de peso. Me sobró agua y comida... No sé qué les pasará a los demás, pero yo te he explicado sinceramente por qué tengo necesidad de hacer algunas cosas.
Un abrazo, Pamplonico.
