Pronto me preparé para navegar y me metí en el agua, para probar un nuevo aparejo que me había preparado la noche anterior, nada màs llegar a las rocas solté los anzuelos cebados con pequeños trozos de calamar y comenzé a sacar Rascasas sin parar, recordé los consejos de Alfonso Marco sobre el peligro de esos peces y como también eran de pequeño tamaño, los fui soltando conforme se enganchaban.
Me cambié de lugar, para intentar sacar otro tipo de pescado pero …, no había manera, creo que le seguían la pista al kayak y me pusiese donde me pusiese estaban ahí, recogí y puse un pequeño señuelo que al final no me dio ningún resultado.
Pronto llegó Vicente que se dedicó a pasear un señuelo por toda la bahía con el mismo resultado que el mío y enseguida fueron llegando los demás, Alfondo Bleda y al poco rato los corsarios.
Partimos todos juntos a un ritmo alegre y con un mar que poco a poco se iba encrespando, a causa de que estaba subiendo la fuerza del viento y su orientación.
Alcanzamos las playas de Calblanque y navegábamos cerca de la orilla, vimos varias pateras abandonadas de los recientes desembarcos de inmigrantes a nuestras costas, también pudimos comprobar que en las playas se estaban celebrando una pequeña concentración de cometas de distintas formas y colores.
Milla a milla nos acercamos a la Playa del Chorrico, pasando por entre las rocas que se encontraban a pocos metros de la orilla y la sensación era muy bonita, aunque a veces echaba un poco de menos los patitos, je, je.
Cuando doblamos un gran cabo, el viento nos pegaba casi de costado y la ola se levantaba un poco màs, pasamos por entre otro grupo de rocas y nos acercamos a una pequeña cala, en la que paramos unos 5 minutos, para recuperar un poco y afrontar el tirón que nos quedaba hasta la Playa del Chorrico.
Con bastante esfuerzo llegamos hasta la playa que afortunadamente, se encontraba a refugio del viento que no paraba de subir, desembarcamos y nos tomamos un almuerzo regado con un poco de buen vinillo y alguna fruta.
Como teníamos que salir a tiempo para comer en el “ Moco Verde “, no tardamos en partir de regreso.
La vuelta fue una gozada con el viento pegándonos en nuestras espaldas y con las olas a favor, durante el recorrido y con mucha precaución, me salían pequeñas surfeadas que me hacían flipar de lo lindo, je, je, la sensación de surfear las olas es una pasada.
Los corsarios observaron que me estaba soltando un poco la melena y se pusieron a mi lado para darme consejos sobre la secuencia de las olas, como palear fuerte para subirme en ellas y que me empujen y unos pequeños trucos con los que conseguí que el kayak no se me cruzara en cada surfeada, gracias de veras tíos.
La vuelta fue muy rápida y pronto llegamos a Calarreona, recogimos ayudándonos unos a otros y nos fuimos a comer al “ Moco Verde “, un sitio guaperas en donde se come de cine y muy barato.
Al salir nos despedimos y quedamos para el día siguiente, el domingo había competiciones y prácticas de esquimotajes y otras maniobras en la piscina de San Javier.
P.D. No tengo fotos ni vídeo porque cuando sopla fuerte no saco la cámara del taper por si acaso.