En esto del kayak siempre seré un novato. Además, vamos por libre, luego no puedo opinar mucho.
Respecto al monte, en los ochenta se quedaba mucho para salir. Se iba en transporte publico, a dedo o compartiendo coches. Se juntaba la gente para escalar y a nadie se le ocurría pedir responsabilidades. En algunos clubs, los cursos de escalada los daba cualquiera que tuviera algo de experiencia, y muchas veces no cobraba nada por ellos. Si acaso, se le pagaba una cuerda. ¿Era eso bueno? Lo de salir en grupo, creo que sí. Lo de los cursos, siempre creí que no.
A finales de los ochenta y en los noventa empezaron a surgir casos judiciales como los que comenta Sirvillo, junto a otros muchos más. No sé si era un fenómeno nuevo o es que antes no se les daba publicidad. Recuerdo uno en particular de un vecino de mi barrio que se perdió en el Pirineo y estuvieron buscándolo todo el año. Los detalles de este caso tenían algún componente singular y muchas lecturas. Ese invierno casualmente fuimos a un refugio de la zona varios días a hacer diferentes actividades. Diciembre era una mes de pocos rescates (y eso que había buen hielo), y los del GREIM lo pasaron allí mientras no les llamaran: todos los días salían a buscar al chaval, aunque llevaba muchos meses desaparecido y en verano y otoño ya se habían movilizado junto a cientos de voluntarios. Pues bien, el padre, además de denunciar al campamento, al final arremetió en los medios contra los del GREIM por no haber buscado suficiente ¿?
El caso es que, quizás por estos casos, o quizás por la popularización del tranporte individual, a primeros de los noventa hubo un cambio de tendencia hacia el individualismo en las salidas al monte.
Desde luego, si a mí me hiciera feliz salir en kayak, al monte, o a donde fuera en grupo, no dejaría de hacerlo por nada de esto. Solo se vive una vez.