Desde que conozco el río Segura a su paso por Cieza y año tras año, su caudal cada vez es menor, hoy se parece poco a un río y más a un canal de transporte de agua. Recuerdo haber vivido dos o tres grandes riadas y visto todos los ojos del Puente de Hierro de Cieza ocultos por corrientes de agua marrón, los campos inundados y perdidos y la muchedumbre atónita mirando el espectáculo, porque la naturaleza desmedida paraliza a los hombres en su descomunal despliegue de potencia.
Después de esas riadas se tomaban medidas para paliar las consecuencias que los agricultores tenían que sufragar de sus bolsillos, y la más común suponía la elevación de las orillas mediante enormes piedras formando taludes, aprisionadas unas contra otras y eliminando la arboleda ribereña. Esto favorece la velocidad del agua en tránsito, junto con la eliminación de meandros y la canalización del río.
Años después se construyeron las presas del Cárcabo, que recoge las aguas de lluvia de Cagitán, la llanura elevada entre Ricote, Cieza y Mula. También las del Judio y El Moro, que retienen las avenidas de los términos de Yecla, Jumilla y Sierra de La Pila.
Estos avances necesarios también acarrearon pérdidas en el paisaje histórico del río Segura que en sus crecidas marcaba su curso, conformando playas de fina arena en los meandros, grandes arboledas que sombreaban todo el cauce y que junto a la vegetación propia de estas zonas favorecía el desarrollo de la fauna silvestre.
La seguridad de los agricultores propietarios de terrenos aledaños al río en que nunca más estas se verían inundadas motivó que se apropiaran de los metros que separaban sus propiedades del cauce del río, talando los chopos, álamos, tarays, baladres y todo aquello que creciera. La legalidad se la llevó el agua, como a las hermosas orillas incultas y salvajes que nunca más volverán.
Estos cambios fueron necesarios por el bien general, pero los procedimientos han estado plagados de irregularidades, ilegalidades, robos de terreno público, destrucción de árboles centenarios no por estorbar en la canalización, pero sí para sustituirlos por frutales privados, rodeados de cercas invasoras de terreno público.
La multiplicación de regadíos legales, y a su lado los ilegales que se nutren de pozos cercanos al río hacen bajar el nivel de agua en una medida insoportable, y hace dos semanas hemos visto publicada en la prensa regional la triste noticia de que, en beneficio de la colectividad, se entubará todo el agua proveniente del Tajo para consumo humano y no será transportada más usando el cauce del río, se calcula que la disminución rondará entre el cuarenta y sesenta por ciento del caudal actual.
Y es una lástima ver el tren del progreso que mucho más de lo necesario, arrasa a su paso paisajes espectaculares, creaciones que la naturaleza lleva milenios perfeccionando, con la incertidumbre de que el destino de este tren sea el correcto, y no una suerte de fiebre del oro agrícola con los días contados. Es más que posible que cuando hayamos agotado los acuíferos, destruido el entorno natural y negado a las generaciones venideras el conocimiento de nuestra tierra original, los productos de mercado a los que estamos destinando la preciosa agua sean adquiridos en otros mercados emergentes con los que no podremos competir por la abismal diferencia económica entre nuestros costos de producción y los suyos.
Estas tristes circunstancias parecen inventadas o irreales cuando, un domingo por la mañana de verano, te dejas llevar por la corriente del río en Almadenes. Las necesidades para el consumo y la agricultura son las máximas en esta época, y consecuentemente el nivel del río es el mayor del año. En invierno la casi inexistente corriente obliga a palear para poder descender, pero ahora puedes dejarte arrastrar con una leve velocidad que permite observar el paisaje detenidamente y disfrutar en silencio de la explosiva naturaleza.
Las adelfas o baladres tienen el tamaño de árboles, algunos superan los cinco metros, y el color rosa de sus flores pone la nota alegre en las orillas, el zumbido de las abejas es la música de fondo que acompaña continuamente. El agua permanente sustenta a los magníficos árboles que acomodados a la cercanía del alimento, emplean todas sus energías en crecer a lo alto descuidando la longitud de sus raíces, y el viento es el verdugo que tumba sin piedad a estos gigantes sobre el lecho del río cuando han alcanzado un volumen descomunal, cuyo lugar es inmediatamente colonizado por decenas de jóvenes ejemplares que se disputan frenéticos el claro de luz dejado por el árbol caído.
Estos troncos cruzados sobre el agua atrapan las cañas, ramas, restos vegetales y también las basuras que bajan flotando. Se forman plataformas flotantes que retienen los lodos, y sobre estos crecen cañas y pequeños arbustos. Se escuchan chapoteos en los límites de estas plataformas y cuando en silencio te aproximas descubres agazapados a los barbos maduros, esperando su comida. El comienzo del verano es la temporada idónea para observar los jóvenes ánades, gallinetas, cormoranes y otras aves acuáticas que hacen sus pinitos adolescentes, perfeccionan la natación, intentan sin conseguirlo levantar el vuelo huyendo a tu paso.
Cuando piensas que la presa de la Mulata siempre mantendrá en estos kilómetros un nivel de agua aceptable la alegría no dura mucho, porque el nuevo proyecto turístico que se cierne sobre la zona terminará por expulsar a estas especies, los tímidos jabalíes dejarán de cruzar diariamente el río, los pocos ánades y cormoranes evitarán la presencia humana buscando zonas tranquilas, la nutria se marchó hace años, los martines tampoco son amigos de los turistas, las garzas no nidificarán sobre las pasarelas artificiales y nos habremos quedado sin Cañón, al menos sin el que hoy tenemos.
Y no podemos hacer nada, legalmente. Los ayuntamientos responsables de esta zona están muy contentos con su plan, hablar en su contra te sitúa inmediatamente en la zona enemiga, el denostado ecologista, el enemigo político, todo en este país en estos tiempos te situará en una opción política quieras o no. Si hablas bien del trasvase serás un ciudadano respetable, en caso contrario serás un traidor a tu tierra, justo todo lo contrario que si vives 700 kilómetros mas al norte, que curioso e irónico, que ilógico e inexplicable.
Si criticas la sobreexplotación de los acuíferos, los regadíos ilegales, los robos de agua pública, serás un enemigo del crecimiento económico, un saboteador del progreso. Y mientras nos enzarzamos en discusiones baladíes que no llegarán a ningún sitio, el río agoniza y muere lentamente.