Hola, gracias Pedro, no puedo callármelo hasta que llegue a esa parte …, porque lo del título de " la travesía de nuestras vidas " no es un título más, os cuento …
El sábado estuvo el levante pegando fuerte toda la noche contra nuestras tiendas, al amanecer seguía igual e iba subiendo de fuerza, según Alfonso Marco ( que entiende un rato ) había fuerza 5 con rachas de 6.
Nuestro campamento se encontraba a 7 kilómetros de la salida y navegando siempre en contra de la ola y del viento.
Esto nos hizo desayunar rápidos, recoger y apresurarnos para partir, porque la cosa parecía que iba a más.
Partimos todos con dificultades, pero especialmente EmilioYsak, no está muy acostumbrado a palear en estas condiciones e íbamos escoltándolo y avanzando a poca velocidad.
Nuestras proas saltaban las olas, dando grandes " panzazos " ( no se si se llama así ) al caer de nuevo y navegábamos mirándonos unos a otros para ver si estábamos todos bien.
Y aquí viene lo bueno …, como Emilico estaba muy cansado del fuerte paleo, decidimos ( por fortuna ) descansar en Cala Aguilar, una cala que tiene una pequeña pared que quedaba a refugio del temporal.
Cuando nos aproximamos a Cala Aguilar, el mar estaba casi plato, ¡¡ ufffffff !!, menudo respiro, pero nos duró poco …, de repente dobló un pequeño cabo un bote a motor hundido, que con el motor todavía arrancado se aproximó a donde nosotros estábamos y nos dijo:
¡¡ he … vosotros … los de las piraguas …!!
¡¡ Hay una familia ahogándose a unos 400 metros a la vuelta del cabo !!
¡¡ Por favor acudid en su ayuda que hay un niño de 2 años !!
¡¡ Vamooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos !!, gritamos …, rápidamente ( sin cubre, sin chaleco y con muchos huevos ), nos subimos en nuestros kayaks y salimos pitando hacia el lugar que nos había indicado el hombre del bote.
Yo paleé con todas mis fuerzas y el Skua no navegaba, sinó que literalmente volaba por entre las olas, entonces vi el Seeyak de Alfonso que parecía un misil por delante de mí, las otras Seeyak idem de lo mismo y el Isak igual.
En cuanto doblamos el cabo, el viento era fortísimo, las olas muy altas batían fuerte contra los cortados y el mar estaba negro y espumoso.
Navegamos siguiendo los cortados, cuando a lo lejos se oían unos gritos de socorro:
¡¡ Por favooooooooooooooooooor !!
¡¡ Nuestro hijo se está ahogandooooooooo !!
¡¡ Daos prisaaaaaaaaaaa !!
Cuando llegué el espectáculo casi me supera, eran un matrimonio en el agua, un padre, una madre, un niño de 16 meses y una niña de 6 años morena con el pelo rizado.
¡¡ Dios mío, gracias por iluminarme el día que me inventé los patitos !!
Gracias a los patitos, yo me encargué de la niña de 6 años, se agarró al kayak la pobrecica y casi volcamos los dos, le dije medio chillando:
¡¡ Por favor !!, ¡¡ agárrate fuerte que ya no te vas a ahogar !!, ¡¡ pero no te muevas tanto que vamos a volcar los dos !!, ¡¡ tranquila que ya estáis a salvo !!, y ella me dijo:
Si señor, me voy a estar muy quieta ( Dios mío, estas palabras se me clavaron en el corazón, es que hay que decirlas en medio de olas de metro y medio rompiendo ).
Alfonso se hizo a cargo del niño, Jose de la mujer y Emilio del hombre que exausto, ya ni tan siquiera podía agarrarse al kayak, porque al no tener fuerzas, se le escapaban los brazos.
Los padres no hacían más que chillar, ¡¡ el pequeño !!, ¡¡ el pequeño !!, ¡¡ ha tragado mucho agua !!, yo le pasé la niña de 6 años que ya estaba mejor a Jose y me fui directo a por el crío pequeño, lo hice porque al llevar los patitos era el que más estabilidad llevaba y si podía hacerme con él, me lo podía meter encima de mis muslos y despacio palear hasta Cala Aguilar.
Se me ha olvidado contar que cuando llegué, lo que veía era a los dos niños, como a un palmo por encima del agua y era que el padre estaba debajo de ellos, empujándoles hacia arriba para que no tragaran agua, el padre de vez en cuando respiraba un poco y volvía a sumergirse una y otra vez, hasta que nosotros llegamos, pero estaba ya el pobre en las últimas.
Un minuto o dos más y … no quiero ni pensarlo.
Cuando nos dispusimos a salir como Dios quería, oímos de nuevo el motor del pequeño bote, que le había dado tiempo a vaciarlo y venía al rescate del matrimonio y los críos.
Cuando llegó a nuestra altura, le pasamos primero a los crios y luego a los padres que no dejaban de preocuarse por el pequeño, el bote salió hasta la cala y nosotros también.
Una vez allí, pudimos comprobar que todos estaban bien y sin peligrar sus vidas, menos la madre que tenía un ataque de nervios que no la dejaba reaccionar, incluso viendo a sus hijos delante, no hacía nada más que chillar y preguntar por ellos.
Al poco rato se acercó una gran zodiac de buceadores, les preguntamos si podían ellos acercarlos hasta el Portús y nos dijeron que si.
Mientras Alfonso Marco y Jose ( los dos médicos ), comprobaron el estado de los niños y de los padres y nos dijeron que todos estaban bien.
Abrazé fuerte al padre en la orilla, porque estaba desolado por lo ocurrido y no tenía cunsuelo, le dije que se calmara que sus hijos estaban bien y poco a poco se encontró mejor y nos dió las gracias por haber llegado rápidos al lugar, porque según me dijo, no podía aguantar ni un minuto más.
Los buceadores se los llevaron a todos y ahí terminó todo, quedándonos tranquilos sabiendo que todos estaba bien, excepto por el susto que llevaban los pobres.
Nosotros nos recuperamos un poco, recogimos y salimos de nuevo al mar, en dirección al Portús.
Le salvamos la vida a esa familia.