UN RELATO:
Pepo y Pepín van de pesca.
A las 09:00 de la mañana suena el teléfono. Es Pepo que me llama a la hora justa a la que habíamos quedado. Bajo a la puerta y ahí está. Aparca, cargamos todo y nos vamos al bar a desayunar un buen café con tostada mientras decidimos donde vamos a ir.
Al final decidimos ir a San José, un bonito pueblo en pleno centro neurálgico del Parque Natural Cabo de Gata Nijar. Hablamos del tiempo que nos iba a hacer, Poniente F2 hasta las 13:00 que subía un poco pero seguía siendo apacible. Pepo comenta que tiene algo de dudas ya que nunca se ha subido en un KDM cerrado. El pesca con su auto vaciable doble desde hace ya tiempo y es un verdadero maestro pescando a fondo y con los calamares. También ha pescado muchas llampugas y jurelas hermosotas al curri, pero lo suyo no es precisamente eso.
Comentamos los aparejos que vamos a llevar, Yo le enseño el señuelo que tengo preparado para la ocasión, uno de rapala hermosote, de unos 12 cm y con babero para que profundice lo más posible. Mi carrete de los Reyes a estrenar, un Penn Senator 4/0 y caña a juego de fibra maciza de 30 Lb y 1’50 de largo. La línea de 0’50 y 500 metros, para que se canse el bicho y no yo. Jeje.
Bueno, pues llegamos al pueblo y pasamos por la tienda a comprar agua para la jornada. En la playa en cinco minutos nos preparamos y estamos casi en el agua. Justo antes de entrar al agua le explico a Pepo la posición que debe mantener dentro de la piragua, cómo se sube y baja el timón, y las condiciones mínimas de seguridad que debe tener en cuenta.
Le cuento que esta piragua se va a mover bastante más que la suya y que el peligro de vuelco es mayor. Pero le digo que no se preocupe, que aunque la piragua se mueva, es muy segura y le cuesta volcar ya que es anchota. Tan solo debe levantar la pala a la altura de la cabeza con las dos manos cuando sienta peligro de vuelco y el kayak solo se adrizará. Con esto y poco más acerca de cómo se sube y baja el timón de la Seayak, comenzamos a remar en un día en el que el mar está literalmente como un plato. Los dos hacemos el comentario aquel que dicen los viejos pescadores “La mar tendida es solo para pasear” y pensamos que no vamos pillar nada.
Entramos y al poco de pasar la bocana del puerto, echamos los aparejos al agua y a remar, a darles vida a los señuelos. Yo no dejo de mirar la punta de mi caña para comprobar cuál es la velocidad que mejor le va a este nuevo señuelo que llevo (cuando la punta se mueve más) e intento mantenerla a ojo.
Miro al fondo, 5 metros más o menos, rocas, posidonia, la mar huele a pescado esto me gusta. Miro al horizonte. Ni una nube, ni rastro de viento por ningún sitio, una espuma blanca y salpicona a lo lejos durante más tiempo de lo normal y de inmediato diez o doce gaviotas se abalanzan sobre ella. “¡¡¡Pepooooo!!! Allí hay meneo, tira para allá y rápido que se van”. El no ve nada, las gaviotas están en el agua ya descansando. Aún así allá vamos. La historia se vuelve a repetir y esta vez lo vemos los dos. Llegando a “La Pajarera” le digo de rodearla y no pasar justo por el centro, así que yo tiro por un lado y él por otro, dejando los pájaros entre nosotros. De inmediato “ RRRRRRRRRRR” La carraca de mi carrete canta por bulerías y se para. Suelto pala, cojo la caña y tiro para clavar. La carraca vuelve a sonar y esta vez no para. Con el dedo tanteo el tambor del carrete para ver si la pieza es grande o no. Al apretar fuerte con el dedo (frenar el carrete) el “bicho” sigue tirando y pierdo algo el equilibrio. Recordad que mi kayak tiene 54 de manga. Aflojo el dedo y dejo trabajar al carrete. La carraca chilla como solo lo había hecho en mis sueños alguna vez. Me pongo en lo que yo llamo “posición de lucha” y al lío.
La “posición de lucha” que yo adopto (esto es cosa mía, no lo vais a encontrar en ningún sitio) es bajando la caña casi hasta la horizontal y si la proa de la piragua son las 12, pues la pongo como a las 11 ( o a la 1 dependiendo de la banda por la que luche el pescado de primeras). Los primeros tirones los da hacia atrás y en muy poco tiempo (tres tirones en este caso) el pescado te da la vuelta al kayak y te deja proa a él. Una vez proa al bicho, que tire lo que quiera, tengo 500 metro de línea para jugar. Aún así, En los dos primeros tirones la piragua bailó para un lado y para otro cosa mala.
Ya estaba proa “al bicho” y solo me quedaba jugar un rato, sacaba línea, la recogía, sin prisas ya se cansará. Tanteo con el dedo la bobina igual que antes y es un gran pez. Por los tirones del principio pensaba que podía ser un dentón o un espetón de gran calibre, pero por la hora que era me decanté más por pensar que era un dentón (al final acerté, jeje).
En plena lucha, llamo a voces a Pepo ya que no sabía lo que podría ser y por el peso lo mismo me hacía falta ayuda. Pepo llega y se mantiene con la línea en al agua dando vuelta a mí alrededor para acudir cuando hiciese falta pero para no perder la oportunidad de pillar algo justo en ese sitio. En efecto, dicho y hecho, a Pepo le suena su carraca y ahí estamos los dos en el kayak mirándonos con cara de emoción y luchando cada uno un pescadito que tiraba mucho. Poco a poco voy ganando la batalla y el pez se deja traer hacia el kayak.
Por fin, veo mi presa brillar a unos seis o siete metros de la piragua. Ella también me ve a mí y se va al fondo. Me vuelvo a poner en “posición de batalla”; imaginaros un dentón de ocho kilos tirando hacia abajo y tú con la caña a las 9; vuelcas seguro. Pero si la pones a las 11 tiene que hundir la proa del kayak para hacerte daño. Pues eso, ahora que el Dentón se asusta tira de nuevo hacia abajo y vuelve a sacar línea del carrete. Esto supone otro rato de juego hacia arriba y abajo hasta que al final sale a superficie, cansado y se deja coger sin hacer ni un solo aspaviento. Noble como un toro bravo. Aún así lo recojo con el salabre para evitar tirarme de los pelos después.
Lo primero que pienso al verlo es “¿Y ahora donde meto yo este bicho?” el tambucho donde suelo llevar la pesca tiene la tapadera demasiado pequeña para esto. No cabe. Lo relio en la red del salabre, lo estibo bien encima del cubre y me voy a ayudar a Pepo. Cuando llego a su vera, el ya tiene al primo del que yo he pescado llegando al kayak. Lo cojo fuerte con las manos, desanzuelamos los dos y los echamos en el tambucho trasero de la Seayak. Nos miramos con cara de emoción y damos un par de vueltas rápidas por la misma zona pero ya no picó nada más.
Seguimos ruta por la costa durante un rato, paramos en una playa y nos volvimos.
Una vez en tierra y mientras nos echábamos las correspondientes fotos obligatorias con los pececillos, algunos pescadores del puerto de San José se acercaron y se les salían los ojos de las órbitas al ver los kayaks “Habéis pillado los dentones en eso” señalando a las piraguas. “¿Y no habéis volcado?”.
Al llegar a casa el peso de la cocina que solo llega a cinco kilos marcaba el tope. Así que no lo pude pesar, pero lo limpié y lo congelé para hacer una gran comida familiar cuando se pueda. Al día siguiente fui a comprar un peso (báscula) a una tienda de pesca y lo que hay en el congelador pesa 7800 gramos.
Esto es todo por ahora. Espero que os guste y que le sirva a alguien para aprender y si alguien ve algo que hay podido hacer mal que me lo diga y así aprendo yo.
Saludos a todos
Pepín