Las más de 60 piraguas que partirán hoy de Écija, por aguas del Genil, hasta Palma del Río, no tienen mucho que ver con las barcazas de poco calado que, hace 2.000 años, recorrían estas mismas aguas en busca de aceite, trigo o miel que irían destinados luego a la capital del Imperio Romano, tras ser embarcados en Sanlúcar de Barrameda.
Dos milenios separan y a la vez unen a aquellos comerciantes con estos deportistas que, por sexto año consecutivo, inician una aventura de gran dureza pero a la vez de enorme belleza por los paisajes que van a recorrer, por la riqueza ecológica que van a encontrar -y cuya conservación quieren potenciar- y por los referentes históricos que se van a ver en el camino, para recordarles a menudo los viajes de sus antepasados que ahora emulan.
Vestigios, apunta Juan Carlos Domínguez, presidente del Club de Piragüismo Ecijano Los Papafrita, organizador del evento, como el punto de partida, el puente romano de Écija, del que sale la primera de las seis etapas de las que se compone la prueba. Y una de las más duras, ya que a los más de 50 kilómetros de distancia, "por el río, que da muchas curvas", se unen los portes de las dos primeras etapas, que los organizadores han tenido que preparar previamente "desbrozando el terreno y colando palés con bidones a modo de muelles, para poder sacar las piraguas".
En la segunda de las etapas, Palma-Lora del Río, tendrán que salvar la presa de Peñaflor, que tiene siete metros de altura, y por la que deberán subir las piraguas con ayuda de unas cuerdas.
No es extraño que sólo unos pocos de los participantes completen las seis etapas -las otras cuatro son Lora del Río-Brenes, Brenes-Sevilla, Sevilla-Marismas del Guadalquivir y de ahí a Sanlúcar de Barrameda-, con una media de 45 kilómetros y nueve o diez horas cada una, aunque los piragüistas, que en su mayoría vienen de fuera, tienen libertad para hacer toda la prueba, un fin de semana o sólo un día, si quieren.
Durante la travesía van recorriendo el entorno donde, según Francisco Martín Méndez, el único que ha participado las cinco ediciones anteriores -una de ellas en solitario- estaban los antiguos molinos que vendían aceite a las barcazas romanas, así como alfarerías que fabricaron buena parte de los 26 millones de tinajas que forman el monte Testaccio de Roma, que es donde terminaron, tras ser embarcadas en barcos de mayor calado en Sanlúcar. Incluso es frecuente encontrar restos de los recipientes en el río.
A falta de tinajas, los deportistas llevarán un ánfora que irán firmando los alcaldes de los pueblos por los que vayan pasando, incluido el de Écija, Juan Antonio Wic. Es el caso de Peñaflor (Celti), Lora del Río (Axati), Alcolea del Río (Canama), Cantillana (Naeva), Villaverde del Río, Brenes, Alcalá del Río (Ilipa), Majaloba, La Algaba, Santiponce (Itálica), Camas, Coria del Río, Lebrija, Trebujena y, finalmente, Sanlúcar de Barrameda, donde los representantes del club Los Papafrita harán entrega del ánfora a los del Ayuntamiento sanluqueño.
http://www.diariodesevilla.es/article/sevilla/172994/una/travesia/fluvial/con/anos/historia.html
