A la mañana siguiente del curso de esquimotaje... Pues qué decir...Dolores raros en la espalda, en un muslo y todavía cloro por todos los conductos craneales...
Pero chapeau! Contentísimo!
Todo un lujo ¡Quién me iba a decir que en pleno enero iba a poder hacer prácticas de esquimotaje en agua templadita, sin miedos, sin tener que estar vaciando el barco cada dos por tres!
Pudimos dar todos los revolcones que quisimos. Al principio César se ocupó de nosotros uno a uno (sólo éramos tres alumnos, lo sentimos por Mario). Después le fuimos perdiendo el miedo, y uno descansaba para ayudar a los otros dos mientras intentábamos consumar el acto: a veces salía casi estupendo, y otras no. Cogías una mala racha, y nada; pero otras salía maravillosamente y con toda suavidad, casi sin hacer fuerza.
No está todo dicho y habrá que practicar y practicar, pero desde luego ha sido fructífero sin lugar a dudas. Muy, muy recomendable.
Muchas gracias por el amor al arte, la afición, y la tremenmda generosidad de César.