lo prometido es deuda: el relato.
El sábado salí de la Azohia tempranico, a las ocho y cuarto ya estaba en el agua.

Kike y kora me llamaron el viernes para ver si podíamos vernos o salir mas tarde, pero no me gusta cambiar los planes que llevo meses macerando (creo que años, por unas cosas o por otras los vas posponiendo: tengo que hacerlo, tengo que hacerlo, tengo que hacerlo….) mi propuesta fue que si salían mas tarde podríamos vernos en Bolnuevo o por allí, y que me acompañaran un tramo.
Bueno el caso es que salí, no sin cierto temor…”cabo Cope está mu, pero que mu lejos, ya veremos donde llego..”.
Enfilé directo a Isla Plana y pasé cerca del arrecife que hay delante de la isla. Siempre que voy a la Azohia, al bajar las cuesta del cedacero, lo busco con la mirada, y si veo rompientes o remolinos ya me hago una idea de cómo está la mar.
Del arrecife, directo al faro de Mazarrón, y en este tramo se levanta una brisita fresca que me genera una ola por la aleta, algo incómoda, ya que mi sikuk no lleva timón ni orza, pero que le vamos a hacer, tampoco los inuit las llevaban.
Pasado el faro, a las 9:40 recibo la llamada de kike, que está con kora en Cabo de Palos. Al final les ha dado pereza y se quedarán por allí, a ver si pueden ir a las hormigas, que parece se han puesto de moda. Me desean suerte y sigo paleando.
Paso Mazarrón y busco refugio del viento metiéndome por dentro de la isla de Paco.

Mi intención era ver el fondo, a ver si se puede ver algo del barco fenicio, aunque creo que ya han sacado los dos que había (uno de ellos está en el museo de Cartagena). Como la mar esta un poco movida no veo nada, pero me hago la ilusión de que estoy navegando por donde lo hicieron los fenicios hace miles de años.
Sigo remando, esto es un no parar, me lo tomo con calma, sé que me quedan muchos kilómetros por delante, y no quiero darme prisa, voy disfrutando de los acantilados, las calas, los pájaros, y algún pescaico que salta sobresaltado por mi avance, o amenazado por algún depredador.
Paso el club náutico, la playa del Castellar, y veo ya el camping de Bolnuevo. Aquí la mar ya está como un plato de aceite, da gusto remar paralelo a costa y sigo hasta el final de la playa de Bolnuevo, donde paro a tomar un bocado y estirar las piernas. Son las 11:00 y me preparo un bocata de embutido con tomate a rodajas que me sabe a gloria bendita. Me falta la cerveza, pero como me conozco, sólo traigo agua y acuarius.

Después de un descansito de media hora, me hago a la mar, y me meto, gracias a las indicaciones de Anto, en la cueva de Lobos, llamada así porque en otro tiempo estaba habitada por lobos marinos. No llevo linterna y solo puedo hacer entrada en la primera sala. Se oye el batir del agua en la playa interior que me comentó Anto, con posibilidad de desembarque y todo. Tiene que ser un flipe, lo tengo en mi carpeta de “asuntos pendientes”, en otra ocasión vendré exclusivamente a explorarla por completo, tengo que volver..
Hago unas fotos y salgo a mar abierto, con la idea de volver pronto, pronto.


De aquí a Percheles, 8 Kms. de costa semivirgen, ya no hay construcciones, aunque sí hay una pista que discurre paralela a la costa, y se ven algunos nudistas en pequeñas calas y varias autocaravanas. En éste tramo, me da un poco de aburrimiento, el agua está plana, no hay aire, demasiado cómodo, no hay estrés. Me acuerdo que en la comida de la quedada fenicia del último verano, alguien comentó “cuando el tramo es largo y aburrido, lo mejor es concentrarse en depurar el estilo”, y a ello me entrego palada tras palada observo mis movimientos hasta que creo que lo hago perfecto (seguro que no, pero de ilusión también se vive). Observo ritmo, cadencia, entrada de la pala, giro de cintura, salida de la pala, mirada al frente, estilo, cronometro paladas por minuto (me salen entre 50 y 55, creo que voy mas menos a 6 Km./h)
La playa de Percheles está tal como la recordaba de cuando pasé por aquí andando hace ya 30 años, cuando me pateé la costa con unos amiguetes. Es como un oasis: arena, palmeras, y lo mejor, desierta. Me tomo un descanso, unas fotos, y sigo palante.

De aquí a Puntas de Calnegre, 3 Km. Según me acerco veo que este pueblo sí que ha cambiado. Antes eran dos filas de casas de planta baja y una calle en tierra batida. Un pueblito de pescadores perdido en el tiempo y con difícil acceso por carretera. Ahora veo edificios de varias alturas y una ocupación que multiplica lo que yo recordaba. Así que huyendo el cemento, paso de largo, en dirección a la cala del Siscal, donde tengo previsto pasar la noche., pero como son las dos, me digo que si no estoy muy cansado seguiré avante, lo que haga hoy no lo tendré que hacer mañana, que no se sabe si cambiarán las condiciones climatológicas, y así lo hago, sigo hasta la cala Blanca, un entorno que me lleva a la época en que la gente vivía en cuevas. Es una cala totalmente de arenisca fosilífera, cuajada de conchas, y con arena blanca, no sé si es cuarzo o mármol, el caso es que es arena blanca.



Desembarco y busco el mejor apaño para pasar la noche. Son las cuatro y media y me digo que podría seguir hasta Calabardina, pero prefiero dormir en una cala desierta y además si se complica la cosa pasando el cabo Cope, ya estaré limitado de fuerzas, así que me quedo, me relajo, me baño, meriendo-ceno, me meto en el saco y me pongo a leer, que a las 7:30 se pone el sol y no tengo costumbre de dormir tan temprano.
Al amanecer me levanto, tomo algo, recojo y me tiro al agua, a las nueve, a remar, deseando entrar en calor. Se vé que el esfuerzo de ayer lo pagué durante la noche, he dormido poco y estoy un poco destemplado.
Al salir de la cala me encuentro con un viento y mar del nor-este, con la ola ya un poco gorda, que me dificulta mantener el rumbo al Cabo Cope.


Dale que dale, poco a poco llego al cabo, que grande se ve, menos mal que ayer remé hasta última hora, hoy remaré menos. Tengo frío y el dia está gris y desapacible. Bordeo el cabo y llego a Calabardina, una hora y media desde que salí de la cala Blanca pero no me encuentro a gusto. Desembarco, pero la inquietud por el día que hace, no me deja relajarme, no disfruto.

Me embarco de nuevo, rumbo a la Isla del Fraile, pensando que queda poco, detrás está la meta que me propuse ya hace mucho tiempo y la tengo al alcance de la pala. Paso entre la isla y la playa del Hornillo, intentando no mirar una animalada urbanística que asoma por encima del monte, dale que dale, pala que pala.

Por fin emboco la ensenada de Aguilas, otra hora y media, ya son las doce. Paro el crono, nueve horas justas. Ayer seis, hoy tres. Ayer 32 Kms, hoy 18, total 50. me sale una media de 5.55 Km/h, bastante lento comparado con la mayoría, pero no me importa, al final lo he hecho y he disfrutado como un gorrino en una charca.
Satisfacción es todo lo que siento. Y cansancio. Llamo a mi amigo Agustín que está en las Covaticas. Aún tiene que llegar a la Azohía, coger mi coche y llegar a Aguilas. Lo estaré esperando en una terraza, con un café con leche muy, muy caliente, y con mi novela, que anoche empecé y ya casi estoy terminando (novela negra alemana, como la buena cerveza, "Aguas heladas", de Gisa Klönne, intriga policiaca, suspense sicológico)
En fin este es mi relato. Os pongo el enlace a las fotos que hice. Pocas, hace tiempo que me entró agua en la cámara y se come la batería en dos horas, lo que me obliga a llevar la batería fuera y montarla cada vez que quiero hacer una foto.
Ahora sólo me queda el recuerdo.. recordar, disfrutar, recordar, disfrutar...
mas fotos en:
http://picasaweb.google.es/manolo.supernadie/AAguilasOctubre2010#