Hace una semana, el mar estaba demasiado duro para remar con tranquilidad, así que cambié de ruta y me propuse remontar el pequeño tramo navegable del rio Coroño en Boiro (La Coruña).
A falta de cámara, aproveché para sacar unas fotos con mi teléfono “sumergible”.

Queda en una esquila de la llamada “Playa Jardín” y tras un puente sin interés, se entra en un amplio estuario que se llena y vacía en cada marea.

Como se ve en las fotos, la vegetación de las orillas es muy frondosa, con árboles que dejan caer sus ramas al río y en las zonas ocultas suele hacer grandes cajones, que fueron flotadores de batea y que han tenido una segunda vida como almacenes, muchas veces de contrabando.



La zona a recorrer está llena de vida salvaje. En cuanto a peces, los mújeles son tan abundantes que durante todo el recorrido vas espantando enormes bancos que se mueven alrededor del kayak. En la zona alta del río hay otros peces grandes que un pescador me identificó como reos y truchas.

Cuando digo muchos peces, hablo de ver cientos, a veces casi atrapados entre las rocas y que se cogerían con una trampa fácilmente.
En cuanto a aves, en invierno tengo visto cisnes, pero en esta época lo que anidan por docenas son garzas grandes y garcetas. También se ven patos salvajes. En ocasiones tengo visto a la mama con los patitos.

Pájaros menores hay muchos y muy raros sobre todo de patas finas y pilo largo buscando entre el fango, pero yo de pàjaros soy un ignorante total y no sé nombres.
En los jardines del abandonado pazo que se ve, tengo visto en un par de ocasiones, zorros y ardillas, pero ha de haber más mamíferos como visones.
Del resto del paisaje, mejor hablan las fotos.
