Por fin he salido de la rutina de salir una o dos veces al mes. Unas vacaciones en familia con kayak me han dado la oportunidad de probar muchas cosas nuevas. Tenía ya ganas de solventar cosas y de probar unas nuevas. Todo ha ido bastante bien. Lo primero era que Javier de Portear me recomendó un cubre más ancho, más acorde con la enorme brazola de mi bañera. Ahora sí, por fin, todo de neopreno, sin partes de nylon ni bolsillo ni tirantes. A lo “pro”. La primera sensación es un poco más agobiante que el anterior al ceñir toda la cinturita de avispa cual fajapriet –que aprieta hasta el peronet-, pero cuando al ponerlo escuché el clonc que escucho en los cubres de los demás, supe que así sí podré por fin practicar esquimos. Primer punto bueno.
El segundo punto que tenía que probar -y no tenía todas conmigo- era si podría poner el cofre de techo y el kayak en posición normal a su lado. A punto estuve de comprar unas jotas aprisa y corriendo, ya que estaba en Portear con lo del cubre. Me arriesgué un poco, siempre con el plan B en mente de poner una cincha que abrazara cofre y kayak juntos. No hizo falta. Poniendo el cofre muy a la izquierda y el kayak muy a la derecha, ni siquiera se salen del techo ni de la baca, con lo que ya sé algo más.
Además tenía por probar el cabo de rescate y el de remolque. El de rescate lo probé en tierra, por aquello de enseñárselo a un amigo que vino unos días a la casa. El de remolque lo probé arrastrando a la familia en una hinchable. Bien también. También quería probar de una vez la vela del Decathlon, pero me la dejé en el trastero en un despiste.
La llegada fue un poco paliza. Currando hasta el último momento del día antes, me acosté tarde y madrugué, cargué el coche yo solo y lo descargué yo, además de conducir desde Valencia a Cabo de Gata. Demasiada paliza para pretender algo más y esa primera tarde el kayak estuvo toda la tarde atado sobre el coche.
Estaba pensando si dejarlo ahí a pasar la noche y sobre todo pensando en la cara que me pondría la Pingüina si le decía que el kayak iba a dormir junto al sofá. Un poco heavy meter un plátano amarillo de 5 metros en la entrada de casa que atravesaba el comedor y llegaba hasta la puerta del baño. En la terraza –de planta baja- era como en el coche, pero sin atar. Más fácil aún de llevárselo. Mientras veíamos la primera noche allí y tomando un piscolabis en la terraza bajo el rumor de las olas –la casa está al lado del mar-, pasó una pareja de chicas y nos dijo que ni se nos ocurriera dejar el kayak en el coche, que habían robado ya varios este mismo verano. Nos miramos y tal cual, sin decir más, el kayak durmió junto al sofá de casa esa noche y todas las demás.
Esa primera tarde tuve mucho calor, como un sofoco menopáusico (o pitopáusico) y ni salí de la casa. Mi mujer e hijo sí se fueron a la playa, pero yo me quedé ordenando mis cosas y refrescándome más por dentro que por fuera.
Al día siguiente sí saqué el kayak un rato. La mujer y el chiquillo (8 años) esperaban en la playa y allí aparecí yo. Mi primer embarque fue un poco torpe. El embarcadero de debajo de casa tiene un escalón roto en diagonal oculto entre montones de posidonea muerta. Entré con el carro en la orilla y al llegar el punto del escalón roto, el kayak que vuelca y cae con todo: cubre nuevo sin estrenar, chaleco, bomba de achique flotando ya en el agua… en fin, a lo novato. No le dí más importancia e hice como que no había nadie (que sí había como 10 personas atentas a la jugada). Desmonté el carro, lo metí en el tambucho, me puse cubre lleno de posidonea , el chaleco lleno de posidonea, espolsé un poco la bomba de achique y antes de meter el kayak en el agua, ya tenía que darle la vuelta y vaciar un poco. No volvería a salir ni entrar por ahí pero, ya que estaba, sí salí fácil y cómodo. Lo único que el escalón no se ve y esquivarlo es peor. Salidita corta de toma de contacto, el cubre nuevo genial, las gafas nuevas del Decathlon bien, con su cinta de neopreno por detrás para que no se vayan a buscar a las Oakley que perdí hace unos días y poco más. El agua es espectacularmente transparente y se ve perfectamente el fondo, las rocas, las algas, los peces… una pasada. Por la tarde vamos a Los Escullos en coche, con el kayak en la baca, pero viendo la ola de la orilla, decido dejarlo ahí y jugar con el niño un rato. No está muy claro el embarque y menos con la playa tan llenísima de gente y sin canal de embarcaciones. Mañana más, sin duda.
La mañana del miércoles me voy de excursión a Los Escullos, saliendo de casa hacia la derecha. La Pingüina y Minipingu se van en coche para encontrarnos allí. Nos vemos, pero yo no consigo desembarcar. Me voy alejando de la cala del Castillo, pero ni tras unos intentos de rockgardening consigo subir el kayak como para desembarcar. Y no me apetece tirarme al agua y subir el kayak a tirones estando solo. La roca se ve fuera del agua pero acaba en pico y con escalón, así que si no aciertas con la ola para pasar por encima, te estrellas contra el borde. Tras varios intentos no muy decididos, apenas consigo apoyar tímidamente la proa y la ola me saca para atrás una y otra vez. El ruido en el casco me da apuro y decido abortar misión y ni tomarme el bocadillo. Me servirá para merendar.
Esa tarde viene un amigo a pasar unos días y por la tarde hincho la barca hinchable y se van los 3 a la playa con ella y luego voy yo a remolcarles. Resulta que ninguno tiene ni idea de remar y no hacen más que dar vueltas. Les saco de la playa del embarcadero –la otra- y pasamos entre la montañeta y la isla. El niño se agobia un poco por el descontrol de sus acompañanetes. Primero el amigo y luego mamá. Un desastre para él y se acaba asustando un poco con las olas y el viento… y la poca seguridad que les daban ellos. Al final les pido que usen los remos de bicheros para el pasillo entre la montañeta y la isla y pasamos de ida y luego de vuelta, con cambio de remero (el amigo por mi mujer) por el camino. Al final el crío hasta se marea. Una pena, porque hinchar aquello a mano había sido una tarea de coger agujetas. Yo paleando cual esclavo en galeras, poniéndome fuerte y ganándome la cena como un campeón. El cabo de remolque, así como el cabo de rescate, me los recomendó Esscapar, así que visto el buen resultado que me ha dado, buen consejo! Gracias, Juanma.
Al día siguiente dejo el kayak entre la excursión a Los Escullos y las galeras de la tarde, no estaba para roscas. Nos fuimos de excursión a ver calas y por la tarde a Genoveses y Mónsul, además de Media Luna. Muy chulo. Empiezo a tener heridas de guerra de hacer snorkel. El agua es espectacular y con las easybreath de Decathlon vamos de cine. Menudo inventazo. Entre respirar normal, que se ve mucho más y que flotas un montón más, te cansas menos. Recomendables.
Al día siguiente repetimos Escullos para que los viera Jose Antonio, pero yo vuelvo a ir en kayak y por fin consigo “aparcar” sobre las rocas y atar el kayak para hacer snorkel en familia.
La putada es a la vuelta. Cuando nos despedimos para vernos en casa, empiezo a notar retortijones. Uff, a casa no llego. Vale, antes de entrar al kayak me tiro de nuevo al agua sin desatar el kayak. Estoy de cagaleras del demonio. Los peces vienen cual pirañas ante tal festín. Salgo más rápido de lo que pensaba del agua, pues los noto que me tocan. Ok, estoy malo, solo y tengo que volver a casa remando. La familia ya se ha ido y yo estoy sudando la gota gorda, me voy por la pata abajo y me encuentro mal. Seguramente fue una temeridad, pero costeando y con el tiempo medio bien, me animo y salgo. En media horita calculo que llego, pero cambia el viento y empieza el Puffin a aproarse, como siempre. Ok, pues ahora me toca a mí cantear, que ya sé. La cosa mejora, pero me encuentro fatal como para ir canteando tanto rato. Aún así mantengo mejor el rumbo que otras veces. No estoy nada bien y ya estoy por medio. En nada estaré ya esquivando barcas de pesca amarradas frente al embarcadero. Ya llego y hay un chaval ayudando a su padre a meter una lancha en un remolque, en la rampa del embarcadero. Algo se les rompe y no liberan la rampa, dejándolo todo ahí y se van los dos. Yo estoy que me derrumbo. Abro el cubre, saco las piernas y meto los pies en el agua, me mojo la nuca, la cabeza, espero no desmayarme. Estoy en las últimas. ¡Que vuelvan ya y se vayan!. Por fin vuelven, sacan la lancha y se van. Salgo yo. A pesar de estar fatal, me sale todo bien. No me he mojado nada (bueno, nada más, que venía mojado del snorkel). Saco el kayak a tierra, monto el carro y subo para casa. Debo ir muy zombie. La gente me mira, pero yo no puedo ni verles. He fijado mi meta en llegar a casa como sea. Allá que voy. No creo que aguante ni 5 minutos sin cagarme encima. La casa está a 2, cuesta arriba, justo antes de la tienda. Se me cuelan 2 coches delante, sin respetarme una mierda. cab***es. Pues resulta que hay un camión de reparto de la tienda y deciden parar en la puerta de mi casa a esperar a que se vaya el repartidor. Yo, cuesta arriba, al sol, sin fuerzas, cagándome vivo, el kayak no aguanta si lo apoyo, pues se va calle abajo. Como puedo lo subo a la acera, a estirones, meto una piedra detrás de la rueda, cojo lo que puedo y salgo corriendo para casa, entro a gritos y me meto en el baño ¡id al kayak y traerme las cosas, por favor!. He llegado de milagro. No creo que hubiera aguantado ni 10 segundos más. Un rato allí sentado y salgo verde pálido. No estoy nada bien. Salgo a por más cosas al kayak –lo de los tambuchos- y consigo subir el kayak hasta delante de casa. La piedra de nuevo a la rueda y corriendo al WC.
Mi plan de la tarde fue sofá y WC. Ni comí ni cené. Dejé que saliera todo antes de tomar algo para cortarlo. Si era vírico, que se fuera todo. Si no era vírico, pues me vendría bien para la operación bikini. Cuando por fin dejo de ir cada 10 minutos, me tomo una ultralevura y a base de ultralevuras y suero paso la tarde y la noche. A la mañana siguiente tocan excursiones en coche y vamos a Cabo de Gata. Yo ya no estoy para kayak. Después de un día sin apenas comer, casi no estoy ni para snorkel. Encima sale viento de levante, olas incómodas para hacer snorkel porque te tiran contra las rocas y con el niño la cosa no está tan facilona como en días anteriores. Al final abortamos el snorkel después de un rato y jugamos un poco a las palas. Poco más.
El domingo ya se levanta mucho más viento y no salen barcos. Nos enteramos de que, además de kayaks, este verano también han robado motores de las lanchas y Zodiaks. Menudo plan. Si no salen a motor, tampoco salgo yo en solitario y menos con la flojera de después de estar enfermo. Poco a poco preparamos maletas y nos volvemos al día siguiente. Me ha sabido un poco a poco en tema kayak, pero he disfrutado mucho lo que he hecho. El snorkel ha sido fabuloso y el agua es espectacularmente transparente. Sin duda un paraíso para kayak y snorkel, pero mejor en compañía. Entre la visita y la enfermedad, me quedó pendiente quedar con Emi. Llamé, pero no me hice con él. Se ponía el contestador una y otra vez.
De todos modos ya mis rutinas de salir se han acortado mucho. El montar y desmontar el carro lo hago con los ojos cerrados. Todos mis embarques y desembarques, exceptuando el primero del vuelco todavía con el kayak en el carro, han sido exitosos –sin volcar-, incluso el de subirme a las rocas en los Escullos. Ahí me pongo buena nota. No me la pongo en la temeridad de volverme con tal mal cuerpo, pero bueno, a veces hacemos tonterías. A malas malísimas llevaba la emisora, que ni la he llegado a estrenar –y espero no tener que necesitarla-.
Lo del kayak con el cofre, genial que entre. Lo del cubre… ya era hora de tener la bañera bien cerrada!. El cabo de remolque funcionó a la perfección y no se enredó nada. Y la Qumox SJ5000 plus wifi se ha portado de miedo. Todas las fotos son con esa cámara.
Para volver, sin duda.
Me olvidaba de agradecer a Loles todos los consejos de qué ver, dónde comer y demás en Cabo de Gata. Un acierto y ya hay otro engatusado con Cabo de Gata, aunque estoy seguro de que Agosto no es el mejor mes para ir. Demasiada gente por todos lados.
