Por fin ocurrió.
Domingo, 12 de Agosto, 11 de la mañana, playa de Ocata,
en El Masnou (Barcelona). Presion atmosférica 1008 hPa.,
dirección del viento ENE (60 grados), 4,9 m/s. Un 3 en la escala
Beaufort. Oleaje moderado sobre playa de arena y nublado.
Y yo, con una botella de cava, remojando el casco de mi
Rotomod Ysak, pronunciando solemnemente no se que improvisada
ofrenda a los dioses del mar para que propiciara buenos
augurios a las futuras paladas que se el avecinaban a mi barco.
Un barco recien estrenado que no había probado el agua
salada y un palista que, aun habiendo probado agua salada,
se desvirgaba en eso de ponerse un kayak ajustado a las
generosas caderas.
Dos novatos juntos en una misma aventura.
Cuando la botella, terminó de impregnar el casco, cuando
el propio mar recibió tambien su trago de ofrenda y cuando
terminé de soltar palabros ante las divertidas caras de
amigos y familiares, llego el momento que tanto tiempo
llevaba acuñando. El momento de subirme al kayak y de
dar mis primeras paladas.
Las emociones se mezclaban. Por un lado excitación, por
otro lado miedo, deseo, curiosidad, y mas miedo.
Miraba al mar, y lo que para vosotros solo serian olitas
insignificantes, a mi me parecian gingantescas barreras
de agua amenazantes. Lo reconozco, estaba con las tripas
encogidas. Pero podia mas la pasión que el miedo y sin
pensarlo demasiado me coloque el cubre, me ajuste el
chaleco, di instrucciones de seguridad a los presentes
y me subi a la embarcación.
Un empujoncito y mi proa se alzo rauda ante la primera ola,
esa sensación fue indescriptible. La cabalgó con una
facilidad impresionante. Estaba excitadisimo. Comencé a dar
torpes paladas de propulsión para alejarme de la orilla a fin
de encontrar olas menos pronunciadas mientras comenzaba
a sentir lo que significa mantenerte en un centro de gravedad
optimo con respecto al kayak. Resultaba dificilisimo ya que
las olas, aun siendo pequeñas, eran muy continuadas, o por
lo menos esa era la sensación que a mi me daban ya que
cuando había estabilizado la que me entraba por proa, antes
de soltarla por popa ya me entraba la siguiente.
Lo que si note es que cuatro torpes paladas el barco avanzaba
rápido. Sus 5,07 metros de eslora hacian bien su trabajo, pero
como ya me avisaron, se trataba de un barco muy técnico
y yo de teoria mucha pero de técnica/práctica, cero.
Solo queria avanzar un poco, virar y volver a la orilla. Sin más
pretensiones.
Y ocurrió a escasos metros lo que todos los novatos tememos
mas que a la factura del teléfono. Intenté virar pero meti la pala
por el lado contrario y me colocó rápidamente de costado al
sentido del oleaje y... volqué.
En ese momento, todo lo que había leido en este maravilloso
foro, los textos editados de técnica de kayak y el haber ensayado
múltiples veces en seco la salida, haciéndome a las dimensiones
del barco, sentir las piernas entrar y salir, quitándome el cubre y
escapando de esa carlinga de formula 1, se aliaron y se sincronizaron
para, a los pocos segundos, estar flotando junto al kayak
a unos 70 metros de la playa.
El subidón era increible. Había paleado, había cabalgado sobre las
olas, había volcado, había salido bajo el agua rápida y limpiamente
y allí flotando junto a mi kayak, me sentí feliz. Me sentía en paz.
No había logrado navegar ni 100 metros y aun así me sentía eufórico.
A los pocos segundos un familiar, testigo del bautismo, con cara
de preocupación, nadaba junto a mi para asistirme y
llevar el kayak a la orilla.
Un kayak lleno de agua. Agua del mediterráneo.
Ya en la orilla, risas, achique del agua, más risas, y yo, miraba
al kayak de una manera especial. Ahora ya estábamos ambos
unidos. Ahora si que éramos uno.
Al rato dos kayakistas experimentados, salieron a dar una
vuelta. Entraron limpiamente, palearon sincronizados y todo
parecía tan fácil. Al poco solo eran dos puntos en el horizonte.
Yo les miraba desde la orilla y pensaba que algún día
puede que yo fuera otro pequeño punto en ese horizonte.
Disculpadme por la brasa que os he metido pero quería
compartir este momento con vosotros ya que a fin de cuentas,
habéis estado allí conmigo. Leeros durante más de un
año, vuestras experiencias, vuestros consejos, vuestras
inquietudes, todo ello estaba esta mañana en esa orilla.
Han sido unos pocos metros, pero creo que es como el
primer beso. Jamás se olvida.
Un saludo.
