Después de citarnos y conocernos, Lorenzo y yo procedimos a cargar los kayaks; era mi primera travesía y estaba emocionado. Descubrí que hay que meter bien las cosas, tipo tetris, si quieres que todo quepa. Ahí eché un rato.
Finalmente, con los kayaks de 40 kgs, salimos, y paleamos, contra viento y marea, hasta que, una vez más, el fantasma del mareo se apoderó de mí. Por cabezonería hubiera seguido, pero siendo una zona si escapes, estando el mar como estaba, y no queriendo que Lorenzo usara el cabo de remolque durante tres horas, la cordura triunfó y acepté la retirada (sí, Txubascos, he dicho "la cordura"

).
Mi ilusión de travesía a tomar por saco, pero lo que más duele en estos casos, aunque Lorenzo se mostró más comprensivo conmigo que el Papa con los curas pederastas, es haber fastidiado a un compañero las vacaciones, la ruta, el follón del viaje y la preparación....en fin, ya sabéis de lo que hablo.
Pero al día siguiente fue otro cantar. Unos 35 kms (según el google earth, así , a ojo, y en cualquier caso más de lo que nunca había paleado) y algo más de 6 horas en el kayak, navegando por sitios increibles, y disfrutrando del mar y de la compañía, hicieron que me replanteara mis ideas sobre la posible venta del sikuk.
Y sí, el final fue apoteósico. De repente me ví entre dos olas enormes (al menos para mí) y una de ellas hizo que mi popa se levantara. No supe hacer el apoyo bajo de popa y lo demás, pues os podéis imaginar...
MIentras tanto, Lorenzo, jugaba con las olas para dejar mi torpeza aún más clara al publico presente...
En definitiva, un día increible
