Han pasado más de tres días, tiempo suficiente para medio asimilar lo sucedido, reflexionar, exponer mis experiencias y tratar de sacar algunas conclusiones.
Antes de nada, expresar una vez más mis condolencias a la familia del malogrado Rafael, espero lo encuentren pronto y puedan darle cristiana sepultura.
Agradecer también a L@s Papafrita el trato dispensado, tan humano y acogedor, y animarles a que continúen su línea de actuación; este desgraciado accidente no debería tirar por tierra sus ilusiones, su trabajo y sus ganas de promocionar este bonito deporte. Gracias también al resto de compañeros, que me soportaron y ayudaron en algunos momentos difíciles.
Me inscribí en esta edición de la Ruta animado por los comentarios leídos en el foro, por los relatos de años anteriores y por conversaciones directas con algunos participantes de la última edición. Al hacerlo, avisé que era mi primera navegación en río, y sabía que tendría algunas dificultades, pero la realidad superó ampliamente mis expectativas.
Navego en un kayak de más de 5 metros de eslora y estoy acostumbrado a las maniobras típicas en mar (canteos, apoyos, timoneos, rescates, etc.) pero casi nada de esto sirve al navegar en río. La corriente te arrastra justo a donde no quieres ir, y si le sumamos los remolinos y contracorrientes que generan los meandros, el kayak largo se vuelve casi ingobernable. Superas el primer obstáculo (tronco de árbol) por el sitio correcto, el segundo, que está a solo unos metros, lo salvas como puedes, y el tercero los cruzas por en medio de las ramas, abriéndote paso a codazos y con la pala a modo de lanza. Y así una vez, y otra, y otra, . . . , durante 38 km.
Apenas llevábamos una hora paleando cuando tuve mi vuelco: Una corrección de rumbo mal hecha, el kayak se cruza y la corriente me arrastra empotrándome contra una estación de bombeo; instintivamente hago un apoyo de mar, pero era justo lo que no debía hacer, el río atrapa la cubierta, la empuja y el kayak vuelca, encontrándome de repente bajo el agua enredado en una maraña de tubos y vigas de soporte. La verdad, no sé cómo salí, fueron unos segundos eternos, angustiosos, provocados por la desorientación al verte bajo un agua turbia que dificulta la visión y atrapado por una corriente que te mantiene literalmente pegado a la estructura metálica. Sea como fuera, logré salir a la superficie y respirar, por fin, aire; eso sí, con moratones en los brazos y una pequeña brecha en la cabeza. Quitar el cubre no fue ningún problema y el chaleco de travesía que siempre llevo también ayudó a salir del mal paso. Un K2 de los alemanes me llevó a la orilla, desde donde pude seguir toda la maniobra de rescate de mi kayak, efectuada por Rafanook. Esta operación está comentada por Rafa y por Jilar, que también estuvo por allí. Podéis ver una foto del rescate en
http://picasaweb.google.com/1950fortMientras me curaba la herida, Rafa me dio unos consejos y lecciones básicas sobre la navegación en ríos; buenos consejos porque durante el resto de la jornada no volqué ninguna otra vez; al llegar a un obstáculo, ralentizaba la marcha para leer el río y superarlo por el mejor sitio posible, o seguía la ruta e indicaciones de los más expertos que iban delante. Ya iba cogiéndole gustillo a la cosa cuando llegamos a la zua del Judío y la jornada terminó de la forma trágica e inesperada que todos sabemos.
Gracias a todos, Rafa, Juan Carlos, Mendez, Chimo, Carlos, Albert, Pilar, Lourdes, Currocamino, y tantos otros cuyos nombres no recuerdo. Por vuestra compañía, por vuestra paciencia con un neófito, por toda la ayuda recibida. Y por la sesión de “terapia de grupo” que tuvimos por la noche en el hotel, que me ayudó a superar el trauma.
Espero nos veamos pronto en alguna otra concentración, y prometo seguir aprendiendo, jugando, practicando todo lo que pueda para que las navegaciones sean cada vez más seguras.
Saludos