Autor Tema: El Azud de Ojós  (Leído 7567 veces)

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Desconectado Alfonso

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El Azud de Ojós
« : 31 marzo, 2008, 13:17:30 pm »
Ricote es una pequeña población murciana situada al margen derecho del río Segura,  emplazada en la sierra que lleva su nombre y cuya sombra vespertina y triangular llega hasta el mar, a unos sesenta kilómetros en línea recta.

El valle de Ricote está enclavado en el inicio del curso bajo del Segura, desde las afueras de Cieza pasando por Abarán, Blanca, Ojós, Ulea, Villanueva del Segura y Archena con una distancia aproximada de unos 25 kilómetros.

La huella árabe está impresa en cada uno de los matices que confieren a este valle  una singularidad especial. El sureste español es una zona con alta actividad sísmica, precisamente en Archena existe un balneario de aguas termales que data de épocas romanas y con un aire clásico y colonial, flanqueado por unas riberas tupidas y sombreadas por gigantescos eucaliptos, palmeras, álamos y frutales. Las modernas instalaciones incluyen una gran piscina para múltiples actividades, una de las cuales consiste en dejarse llevar por un río de corriente artificial que conduce al aire libre. Un domingo invernal sin nubes, cosa frecuente por aquí, es una oportunidad de sentir el frío en el rostro mientras te dejas arrastrar a 38 grados echo una pasa, con la tensión al borde del colapso pero feliz.

El valle es abrupto, heredero de antiguos movimientos sísmicos brutales, y la gama de minerales es amplia, predominando los yesos rojizos y blancos. La erosión producida por los arrastres torrenciales esculpe en los barrancos formas imposibles, brillantes y agresivas, moles de infinitas cuchillas sustentadas por pilares incongruentes.

El terreno se adaptó al cultivo con la construcción de terrazas, y las norias repartidas en ambas orillas elevaban el agua hasta alturas cercanas a los diez metros. Hoy todavía trabajan algunas de ellas, son ejemplo de ingenio, perdurabilidad, y también metáfora de la vida, no se puede evitar tener pensamientos elevados al contemplar su incesante girar, implacable y eterno, traedor de beneficios y arrebatador del tiempo presente.

Caprichosamente se alzan palmeras por doquier, sin orden ni concierto, al albedrío de los  antiguos habitantes que las tenían mas como talismanes que como despensas, no necesitan cuidados y su presencia sugiere cobijo y   humanidad. Los huertos de limoneros empiezan en Abarán, ninguno en Cieza, jalonan los bancales aguantados por muros de piedras trabajadas a mano y colocadas con la antigua máxima de que ninguna lagartija acertara a esconderse entre sus intersticios. Hoy se desmoronan, nadie sube a alturas imposibles para labrar un mísero olivo regado con las escasas aportaciones pluviales. A mis ojos son ruinas antiguas, joyas en deterioro, obras anónimas del esfuerzo y la necesidad, anacronismos en el siglo de la tubería y el riego por goteo.

Todos estos pensamientos surgen conduciendo hasta Blanca, pequeña localidad ribereña en la cual comienza el embalse con su nombre, y cuya presa es llamada Azud de Ojós, nombre árabe para presa, y Ojós para el pueblo que sigue a Blanca, diminuto y receloso hasta la consanguinidad extrema, con consecuencias tan evidentes como desafortunadas.
Este embalse reciente sirve como partidor de aguas provenientes del trasvase del Tajo, cuyos caudales discurren aprovechando el cauce del río, salvajemente robadas sin excepción. Aquí se impulsan por tuberías a las diferentes mancomunidades que las destinan para el consumo humano, y del Azud abajo comienza realmente la muerte del río, caudal mínimo y pestilente hasta Murcia donde se hizo imprescindible una estación de bombeo de aire que mitigara la fetidez insoportable de los veranos capitalinos. La palabra vergüenza está escrita en cada palmo de terreno hasta Alicante, donde ningún río desemboca y son las aguas marinas las que avanzan por el interior del canal tierra adentro, la ilusión de un río que no existe, cuyo nacimiento está seco y su desembocadura salada…un río inventado, un canal de riego ilusorio y con fecha de caducidad.

Pero mientras tanto Blanca es una población ideal que no ha dudado en construir un parque ribereño cuya superficie supera  a la del propio pueblo, mas de sesenta hectáreas en llano que sacan de sus casillas a los constructores-especuladores de la zona, hay que recordar que lo abrupto de la zona dificulta notablemente la construcción. Como ejemplo Abarán, cuyas casas tienen la puerta a una calle y a la espalda sus ventanas se asoman a barrancos de siete pisos.
El río en Blanca discurre lento, se nota la influencia del embalse que comienza un kilómetro abajo y con una distancia total de tres, apenas uno de ancho. La superficie sumergida y profunda es escasa, y la parte ancha del embalse es muy poco profunda, hay grandes extensiones con apenas treinta centímetros de fondo, fangoso y espeso. La temperatura por tanto del agua es balsámica para las aves e invertebrados que las alimentan, grandes colonias de garzas y garcetas se apiñan en los islotes vegetales aislados, y las tupidas orillas de cañas protegen a patos, fochas, gallinetas y otras especies en sus zonas de cría. Los barbos y carpas engordan aquí hasta el extremo, saltan sonoramente sobre los insectos y por la mañana en las orillas cogen calor a ras de agua, impresionando con su tamaño al pasar.

La primavera es la época ideal para visitar la zona, la bonanza climática y el esplendor de la huerta en esta época del año son los condimentos que aseguran un disfrute para los sentidos y un alivio para el alma.
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« Última Modificación: 31 marzo, 2008, 16:31:25 pm por Alfonso »