Venga! Yo también os voy a contar mi trayectoria hasta llegar aquí:
Desde pequeño mis padres me inocularon el virus de la naturaleza y la aventura en forma de montañas y veranos en el Valle de Ordesa y Pineta (por tradición familiar).
De adolescente empecé a escalar en roca siguiendo los pasos de mi hermano mayor y más tarde también en hielo; de Pirineos saltaba a los Alpes o más lejos si podía tan pronto como las conjunciones astrales eran medio favorables y parecía que se alineaban todos los planetas (juntar un poco de dinero, no tener exámenes a la vista, y convencer a un amigo con coche medio-decente que nos concediera al menos el beneficio de la duda de si el motor aguantaria el trayecto).
Ya por entonces realicé mis primeros recorridos con kayak de mar, pero no me enganchó ya que la adrenalina que me daba el alpinismo no me la daba por aquel entonces el mar.
Pasa el tiempo y llega mi crisis de los 40 particular: los años, la paternidad y las tendinitis hacen que de golpe me de cuenta que no puedo mantener ni la dosis ni el camello (los chutes de adrenalina ya no los encontraba en corredores de hielo ni en largos asegurados en precario y en su lugar empiezo a buscarlos en las aguas bravas y el submarinismo).
Consigo comprarme mi primer kayak (de aguas bravas) con el que cuando no puedo subir a Pirineos empiezo a salir al mar a por olas primero y poco después acabo explorando los acantilados cercanos a casa (Garraf) los días que falla la previsión y no encuentro olas.
A partir de ese momento, tener mi propio kayak de mar era cuestión de tiempo (el tiempo que necesitaba en ahorrar un poco y encontrar un sitio donde poder guardarlo cerca de casa).
Y desde entonces (hace más de 10 años) hasta ahora.