Me vais a perdonar, pero además de que el engendro es odioso, la casta que los hace sonar es muy peculiar. No les basta con hacer ruido, como decís, y dejar un desagradable olor a combustible. Para ellos es imprescindible hacerse notar, por que parece que de lo contrario, no tienen disfrute. Es como aquello que contaban de Dominguín y Ava Gadner, que a poco que el hombre terminó la faena salió corriendo y ella le preguntó: - ¿A dónde vas? Y él respondió: - "A contarlo..."
Pues estos tienen que ser vistos para satisfacer su ego. Deben tenerlo muy pequeña, como diría la Gadner. En fin, que termine pronto el verano...