Pues otra más, apenas un susto:
Salgo del puerto de Elantxobe, a primera hora. Como sucede sólo ocasionalmente en esta zona del Cantábrico, la mar de fondo entra del NE. Es una situación que llevo tiempo esperando y no dudo sobre el recorrido que voy a realizar. La isla de Izaro es el epicentro de mis salidas. Es apenas un islote, y tiene la peculiaridad de estar protegida por bajos por casi todos los lados, especialmente al SO, en el que unas "planchadas" de roca hacen que haya muy poca profundidad, y las olas, normalmente del NO, pivoten sobre el extremo de la isla y barran la zona, con unas rompientes espectaculares y muy peligrosas.
Para mi esta zona es como la cara oculta de la luna, y llevo tiempo esperando un día con mar del NE para meterme allí con el kayak y probar a hacer un poco de spinning en los bajos. Doblo la punta N con precaución, me separo unos 500 m de los bajos, y me pongo a comer unas barritas mientras observo las olas. Al de 20 minutos, marea subiendo, me convenzo de que no hay peligro, no he visto ni una sola ola, ni siquiera pequeña, romper en la zona. Entonces, casi emocionado, me introduzco en los bajos, me entretengo con un rapala un rato, y al final saco la cámara y me dispongo a tomar una imagen inédita para mi del cabo Ogoño, con el antiguo monasterio de la isla en primer plano. Y entonces, mientras encuadro mirando por el visor, noto que me elevo suavemente, ¡una ola!, miro hacia atrás y veo la siguiente, más de un metro y levántandose para romper, en apenas un instante, y sin pensarlo, miro al fondo y veo las rocas bajo apenas un metro de agua, calculo el tiempo que me queda, imposible virar, empiezo a palear hacia atrás como un loco, noto como subo la pendiente de la ola, vuelvo a bajar, apoyo para no volcar, y un segundo después estalla la espuma y la ola se estrella contra las rocas, con un sonido estremecedor. Miro hacia atrás, ya viene la tercera, es más grande pero me he separado bastante de la línea de rompiente, y la salvo sin apuros.
Con el susto en el cuerpo, me alejo unos 300 m y me quedo mirando la zona. Ni una ola. Miro al cercano puerto de Bermeo, a ver si ha salido o entrado un barco grande que haya podido originar esas tres olas. Ni rastro de barcos. Permanezco allí casi una hora, y no vuelvo a ver ni una ola más. Todavía no me expilco lo que pasó, pero por poco no lo cuento.
Anskar