
Huevos escalfados, riñones al Jerez, espaldar a la brasa.
No es lo.que hemos comido, sino más bien como me siento.
Pero ha merecido la pena, bandidos.
Escribo desde el móvil, aquí no tengo mucha infraestructura informática, pero ya pondré alguna foto cuando pueda.
La salida fue un festival de saludos y abrazos, presentaciones y besos castos. Al final nos juntamos doce con diez kayaks. Tranquilamente llegamos a Cala Cerrada, para deleite de lugareños y foráneos, un lugar con un encanto especial, de los que nunca te cansas de visitar.
La mar estaba plana, para asombro de Juanma, que llevaba las retinas grabadas a fuego con las escenas de la última fenicia.
Después de un baño relajado, haciendo tiempo por si aparecía algún rezagado, pusimos rumbo al Arco, en cuyas proximidades se encuentra la Cueva del Arco, así que paramos la flota y nos dimos otro baño para localizar la entrada, echarle un vistazo y pensar si entrábamos o no. Al final, después de un par de tentativas y de cruzar unas cuantas miradas tensas, me tiro pabajo, y hasta la burbuja, que no está lejos pero se hace eterno.
Espero un rato y van llegando el resto de valientes que se metían en un agujero negro con final incierto. Comentamos la jugada, nos quitamos las aletas, y subimos por una galería que nos lleva al lago, frío, frío, y más negro que el sobaco de un mono. Creo que fue Antonio el único que se bañó, mientras los demás gritábamos histéricos que había una sombra gigante que avanzaba hacia él. El tío aguanta el tipo. Ni se movió, no se si por valiente, porque estaba sordo, o por el miedo.
Después de un rato, pensando que los de afuera ya se estaban repartiendo nuestros kayaks, salimos , reembarcamos, y previo paso bajo el Arco, seguimos rumbo al Giñoso, que a partir de cabo Falcón ya se puso jugueton, con alguna ola sospechosa.
Pasamos el cabo, y como la cosa iba en aumento, pensado que las playas del fondo de la bahía ya tenían rompiente, cruzamos directamente a Cala Aguilar.
Allí estaban PedroLuis y Luisa, y bajo un sol de justicia y unas pocas sombrillas, nos acomodamos en una minicueva, para comer, contar batallitas, y sestear un poco.
A media tarde, y mientras Sr.Luis se quedaba cuidando el rebaño, nos fuimos a la Cueva Neptuno, bajando en rappel por donde ya lo habían hecho Senzo y su amigo el Novato, que tenían prisa y enseguida se fueron al Portus. Bajamos Juanma y Rosa, Antonio, Fran, Isabell, un servidor, y el benjamin del grupo, Alex, que se lo pasó de miedo. Su padre, Manué, se quedó arriba vigilando las cuerdas para que no tuvieramos problemas a la vuelta.
El baño en este lago, con estalacmitas sumergidas, y con iluminación submarina, no os lo puedo describir porque no hay palabras.
Después nos organizamos para subir y en un rato, ya estábamos de regreso en la playa.
Baño, más baño, clases de esquimo, de flotador de pala, a cargo de Isabell y Carmen, de esculling a cargo de Juanma, de filosofía, de gastronomía, de disfrutar de la vida y olvidar por unas horas los problemas de la civilización.
La cena fue genial, viendo como el sol se iba y aparecían paulatinamente las estrellas, cada una con su nombre, y la que no tenía, pues la bautizabamos. Aparecieron los satélites, menudo tráfico hay ahí arriba, no se como se organizan sin semáforos. A las diez y veinticinco pasó la estación espacial internacional, que ya habíamos quedado para saludarles, a los que van allí metidos y al robot japonés que los acompaña.
Después de unas risas, me retiré a sobar, que ya estaba muertecico. Me dormí como un crío, a arrullo de las risas, las historias del Sr. Luis, y el ruidico de la rompiente, lo mejor.
Al amanecer, todos con carica de gusto, recoger, tomar algo, y de nuevo pal Giñoso, esta vez surfeando, roqueando, disfrutando hasta Cala cerrada.
Ahí yo me adelanté, por que iba a otra playa más lejana, pero me reuní de nuevo en la comida. Risas y anécdotas, acabamos tegüi y asiáticos.
Ahora viene lo peor, las despedidas, pero nos queda el ánimo de volver a vernos el año próximo, o en cualquier otra quedada.
Que bien me lo pasé, leche.