El pasado Sábado, salí a palear un poco por la Bahía de San Sebastian, y me sorprendió la cantidad de gente que se mueve en kayaks de muy distinto tipo por éstas aguas. Es una zona resguardada que no suele presentar ningún peligro, siempre que no se salga a mar abierto. Entre otros, me encontré con un kayakista con un Tsunami, de Sipre. Me pidió que me quedara junto a el para intentar esquimotear con su Tsunami. Tenía unas “zinchas” que le sujetaban los muslos, y impedían que se saliese del kayak automáticamente en caso de vuelco. Un poco peligroso, pero esto no es lo que quería contar.
El caso es que, aprovechando la coyuntura, le pregunté si podía probar su kayak y me contestó muy amablemente que si.
Le cambié mi “palillo” por su pala de cuchara, y me dispuse a subir a la bestia.
Joder que poca estabilidad tiene el bicho!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Tras conseguir subirme en el, gracias a la inestimable ayuda de su propietario, y sin ponerme las zinchas, me decidí a dejar la arena de la playa tras de mi para palear un poco con tan extraño kayak.
Este fue el resultado:
Palada, paladapoyo, apoyo, apoyo, paladapoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, paladapoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, paldapoyo, apoyo, apoyo, apoyo, apoyo, paladapoyo, y por fin VUELCO, tiré del cubre y A NADAR.
No llegué a hacer 100 metros.

Ahora aprecio más, si cave, el duro trabajo de todos los que están en “el lado oscuro”.
OLE VUESTROS COJON*ES.