En su interior pude ver la luz del honor. No aparece como mezquino quien se muestra como Dragut III, ni tan siquiera su anterior vida, la real, le aparenta como el quiere aparecer. Tan solo fue un luchador. Más el barco de velas negras emponzoñó su alma. Se apropió de su espíritu, y de la voluntad que en vida hizo gala. Vencer o morir. Matar al enemigo para que no pueda volver y matarte a tí. Eso es lo que antaño se hacía, y aunque la propia acción pueda parecer deleznable, la forma, por brutal que fuera, en la que se realizaba entrañaba el respeto por un código. No es extraño, por tanto, que al encontrar un cuerpo y un alma pura, y nada es menos egoista que quien desea transmitir el conocimiento a las generaciones jóvenes, la parte de luz de DragutIII aflorara.
No obstante, lamaszorra no puede permitir que esa luz perdure en su instrumento de poder. Esta será la razón por la que le habrá devuelto a la negrura más grande. Y no será de extrañar si por su misma pluma se ríe de su propia historia. Ya que su alma está presa.
Por ello, porque el pirata que se une a la tripulación lo hace por propia voluntad, y superando probablemente las humillaciones de una vida servil; odia con esa fuerza Dragut a la tripulación del Capitán Pepin Sparrow.
Yo he visto ese barco de velas negras. He abordado su cubierta. Y he visto lo que encierra. Pero esta, amigos mios, será una historia que contaré más tarde. Cuando las expediciones que nos esperan lleguen a su puerto, y la satisfacción del mar nos de la luz para mirar directamente a la negrura que encierra lamaszorra.