Carta del Dr. h al Secretario de la Royal Academy of Diffuse Sciences:"
Desde "El Gitano",
en alta mar
Querido colega,
llevo ya un tiempo embarcado y he de reconocer que tengo sentimientos encontrados respecto a este crucero en el barco o jabeque "El Gitano". No puedo negar que nuestras idas y venidas me han permitido contemplar interesantes ejemplares zoológicos, botánicos y geológicos (y humanos) y que las conversaciones con los miembros de la tripulación me han aportado datos y conocimientos muy valiosos sobre el mar y sus habitantes (por lo general, eso sí, con un innegable énfasis en los aspectos prácticos: modos de captura y su respectiva eficacia y aplicación, valor culinario y recetas, etc.) Sin embargo, no todo es perfecto.
Por una parte, cuando nuestros precipitados viajes (cuyo propósito me resulta casi siempre un misterio) me han acercado a oportunidades realmente importantes para un amante y estudioso de las Ciencias, rara vez he dispuesto del tiempo necesario para el examen y análisis que tales ocasiones demandan y, con frecuencia, las he tenido que ver alejarse por la popa (o tal vez era la proa. En cualquier caso, se trata de lo que los hombres de tierra adentro como tú, estimado colega, llamaríais "extremo trasero del barco") sin haber podido hacer más que tomar algunas notas, prometedoras tal vez, pero tristemente preliminares y superficiales. Un ejemplo especialmente doloroso por lo reciente ha sido nuestra visita a La Vila Joiosa, zona de interés para el naturalista, etnógrafo, arqueólogo y, para qué negarlo, gastrónomo. Gracias al profundo conocimiento de la zona y las buenas relaciones con sus habitantes del Sr. Nook, nuestro primer oficial, que al parecer había navegado por ella desde su juventud, fuimos objeto de las amables atenciones de los nativos mientras nos desplazábamos arriba y abajo por la costa en tareas de exploración, observación y paseo.
En la mañana del segundo día tras nuestra llegada, yo me hallaba contemplando alternativamente aves y, tras cada vuelco, peces desde uno de los botes. En una pausa, mientras intentaba limpiar el agua y la sal de mis gafas, creí observar al Capitán Sparrow y al Sr. Nook entregados a la pesca desde una punta rocosa cercana. No me extrañó, pues ambos son aficionados a este pasatiempo y en ocasiones su afición me ha suministrado ejemplares para mis estudios. Lo que sí llamó mi atención, una vez que mis lentes volvieron a estar operativos, fue el enorme y extraño ejemplar que estaban capturando en ese preciso momento. Ilusionado y lleno de esperanzas, me acerqué para determinar su especie, y proceder a su examen detallado. Cuando llegué, me sorprendió encontrar al Capitán y al Sr. Nook entregados a su disección, tarea que habitualmente es cosa mía. No exagero, querido colega, si digo que, como me sucedió a mí, te hubiera apenado profundamente su apresuramiento y falta de delicadeza y rigor al realizarla. Les recriminé que no me hubieran esperado, que hubieran usado un cuchillo (muy afilado, eso he de reconocerlo) y no el adecuado escalpelo y les hice ver que, en su prisa e inexperiencia, habían esparcido por las rocas porciones del tracto digestivo y otros órganos, por las que las gaviotas ya se estaban peleando, y dañado otras partes cuyo examen cuidadoso en un ejemplar tan singular habría proporcionado información útil.
Con un suspiro resignado e intentando apartar a las gaviotas con el tradicional "Pitas, pitas" de los hombres de mar, abrí mi cuaderno de notas y, bisturí en mano, me dispuse a proseguir la disección como es debido, pero el Capitán y el Sr. Nook reaccionaron agarrándome del brazo y repitiendo "Da igual, da igual. Ya tenemos la llave. Ahora hay que correr". Pacientemente, les hice notar que los peces no suelen alimentarse de llaves y que, por tanto, la tal llave era casi sin duda fruto de una ingestión accidental y, por ello, de escaso interés y que los datos de auténtico valor provendrían del examen de los otros objetos y materiales en el estómago del extraño pez, cuyo análisis arrojaría valiosa luz sobre las variaciones ontogenéticas en la dieta de la especie. Lamento decir que, aunque empleé un tono amable y lo expliqué despacio, con términos simples y adecuados para profanos, no pareció que lo entendieran. A la carrera, me arrastraron literalmente al barco o jabeque sin hacer caso de mis protestas y argumentos. Al menos pude, arrebatar a las gaviotas parte de las vísceras del ejemplar y las llevé conmigo para ulterior análisis, pero, como verás si sigues leyendo, esto tampoco me sirvió de mucho.
Sin aliento, embarcamos por babor. O tal vez fuera por estribor. En cualquier caso, estoy casi seguro de que fue por uno de los dos (estos términos guardan con la izquierda y derecha una relación que espero desentrañar en breve). Tras dejar las valiosas tripas del pez en la cámara que me sirve de laboratorio, subí a cubierta y llegué cuando salíamos al mar (a toda prisa, una vez más...) y justo a tiempo para poder observar a los nativos entregados a lo que me pareció una de las celebraciones o saraos por las que La Vila goza de justo renombre. Según recogen la mayoría de los autores, las fiestas de esta parte del mundo, como la que yo contemplaba, con frecuencia implican, o incluso tienen como principal componente, la quema estruendosa de grandes cantidades de pólvora. Me acerqué al Capitán Sparrow y le sugerí que giráramos el barco y nos acercáramos al festival, haciéndole ver el gran valor etnográfico de las notas que podría tomar sobre las costumbres festivas de los nativos. Por toda respuesta, apenas si recibí una mirada extraña mientras gritaba "Atentos a la maniobra!" o algo parecido.
No juzgué oportuno insistir y me retiré a mi cámara/laboratorio. Allí encontré a una tal Nahebu, curioso miembro de nuestra tripulación cuyas funciones no he terminado de adivinar aún (creo que es una especie de cocinera extra, para ocasiones especiales), reduciendo a pasta fina las vísceras del pez que con tanto trabajo y al precio de varios dolorosos picotazos yo había arrebatado heroicamente a las gaviotas. Mientras me daba las gracias por traerlas a bordo, las mezcló con diversas hierbas y líquidos y preparó una suerte de brebaje "Para después del banquete", me dijo a modo de explicación con una alegre sonrisa. Ahogado por el asombro y la indignación, fui incapaz de articular palabra. Saludé con una inclinación de cabeza y me alejé.
Y esto nos lleva a la otra fuente de mi descontento: no siempre encuentro en los miembros de la tripulación toda la colaboración que yo desearía. Baste como ejemplo esta misma Nahebu, que se ha negado repetidamente a cederme para su estudio y posterior conservación en alcohol una curiosa serpiente que a veces lleva al cuello. Ello a pesar de que le he asegurado que yo mismo llevaría a cabo la disección y que el alcohol era de la mejor calidad y la serpiente, una vez sumergida en él, apenas se decoloraría. Asimismo, se ha negado también no ya a donar a la Ciencia, sino incluso a dejarme examinar, un conjunto de huesecillos que suele llevar consigo (me parece que los emplea en sustitución de los dados ordinarios en un alguna clase de juego, una especie de Parchís sin tablero, creo: es un personaje un tanto excéntrico). Y eso que que le he explicado que me parece que podría haber entre ellos un escafoides de morsa.
Sin embargo, no quisiera que estas quejas sobre algunos aspectos concretos te dieran una falsa impresión. El conjunto de la experiencia es altamente positivo y las notas que estoy acumulando deberían constituir la base para varios trabajos de cierto alcance.
Atentamente
h.
P.S. El brebaje preparado con las vísceras del pez estaba sorprendentemente bueno y tenía curiosos efectos. Creo que seguiré investigando sobre él."