Tras tenerlo todo preparado, Raúl, Emilio y un servidor, decidimos seguir explorando y aprovechando que tampoco cubría en los alrededores de la cueva, nos salimos a mar abierto para intentar cruzar a un bonito islote que se encontraba a pocos metros de la entrada.


Me gustaría agradecer desde aquí a Emilio y Raúl, la paciencia que tuvieron conmigo por lo patoso que estuve en algunos momentos y sobre todo gracias por sujetarme de un lado cada uno, cuando me quedé enganchado en la pared de rocas tipo “ ni palante, ni patrás “, ja, ja. Si, si … ahora me río, pero el ratico lo pasé yo, je, je.
Gracias a la experiencia de Raúl, poco a poco pudimos encontrar un paso para cruzar y ayudándonos unos a otros ( más bien ayudándome ellos a mí, pero vale ), pudimos cruzar al islote.