Perdonad que llegue tan tarde, pero aún no me he recuperado de la visión de esa preciosa sirena. Yo ya creía en su existencia, pero jamás pensé que fuese a tener la suerte de ver a una de ellas. Lástima no haber hecho una foto, no ya de ella, que como ha dicho Alex, no podía ser apresada por ingenios humanos como criatura mágica que era, pero sí al menos de sus esculturas, para que pasado el tiempo no empecemos a pensar que su visión fue producto del exceso de insolación. No es mala tu idea de los tapones, Rafa, pues no sé cómo hubiésemos conseguido alejarnos de aquella solitaria cala si la sirena no hubiese estado demasiado entretenida con sus esculturas como para dedicarnos su canto.
Precioso también el espectáculo de los peces voladores. En fin, un día para recordar.