Al final, eligimos el pantano de El Guadalhorce, que la mayoría no conocíamos, y que resultó ser muy bonito, no solo por la amplitud, sino por las vistas tan estupendas que desde allí había. Eso sí, el día acompañó, y como siempre en los pantanos, el viento (ese que al ir lo llevas de cara y al volver, por no sé que misteriosa razón, también).
El pantano era lo suficientemente grande como para echar el día pero, como yo no me fiaba, me dejé la cartera en el techo del coche para acordarme a medio camino y así tener que volver a por ella.

Menos mal que mis compañeros no se
comigo y me acompañaron devuelta (para ir calentando, ¿no Alex?).
Os dejo fotos.