Me sumo a la petición de este señor:
El circo y los nuevos payasos
Ignacio Iglesias
MADRID Publicada el 25-05-2010
"Ignoro lo que sentirán los electores de los parlamentarios de cualquier partido cuando en el Parlamento -una sede que debería alcanzar el nivel, el concepto y el respeto de lo sagrado-, unos individuos elegidos por la sacrificada población generalmente trabajadora-, se enzarzan entre gritos, clamores, vítores, descalificaciones y otras manifestaciones de mala educación en un enfrentamiento verborreico, con una exhibición de cualidades circenses que se confunden, con demasiada frecuencia, con la majestuosa ostentación hortera de los más execrables programas de telebasura tan, desgraciadamente, abundantes en las modernas televisiones digitales.
La palabra “senador” siempre ha gozado de una respetuosa aceptación. Con los romanos adquirió un elevado sentido, pero en el devenir de la Historia cualquier cosa puede evolucionar o retroceder hasta unos límites a los que solamente la estupidez humana puede acceder en su ilimitada idiotez, probablemente congénita. Lo acaecido en el Senado en su sesión del martes constituye una prueba evidente de todo lo anterior.
No creo que comparar a unos señores encorbatados haciendo el imbécil -con risotadas de chulos barriobajeros, en un lugar llamado Senado-, con los más horteras del lugar constituya ni una falta de educación ni una afrenta a cualquiera de las leyes por las que este país se rige. En todo caso habría que pedir disculpas a los sufridos payasos por esa inevitable tentación de ubicarlos como referencia cuando se quiere comparar a este tipo de individuo -de comportamiento soez y hortera y que abunda en casi todos los recovecos institucionales de todo el mundo-, con lo realmente despreciable. Disculpas pues, a los payasos. Aunque una cosa es el payaso del circo y otra, el payaso civil.
Resulta incomprensible que en lugares a los que se supone repletos de seriedad y en constante preocupación por el presente y el futuro de los ciudadanos, se consientan semejantes desmanes como los que habitualmente ocurren a propósito de una discordancia política o de una absurda nimiedad. La falta de respeto de estos tipos, apalancados en sus sillones de magnas autoridades de la patria hacia sus electores ha sido, y es, tan evidente como despreciable.
Más extraño aún resulta que a ninguno de estos individuos jaraneros, petulantes y circenses se le haya ocurrido establecer un reglamento de funcionamiento y comportamiento de estas sus maleducadas señorías para que espectáculos tan lamentables como el producido el martes en el Senado español, y en otras ocasiones en el Congreso y distintas asambleas regionales, no se produzcan. Los ciudadanos de este país no nos merecemos a estos nuestros representantes que, con probabilidad máxima, no se sentirán avergonzados por su patética exhibición de estupidez. Yo, ciudadano español que he votado por alguno de estos botarates, les exijo disculpas."